27 de diciembre de 2006

Veganismo: el principio fundamental del movimiento abolicionista



Muchos defensores del "bienestar animal" alegan que la posición de los derechos —que busca la abolición del uso de los animales no humanos— no es práctica porque rechaza el cambio gradual y no ofrece ninguna guía para lo que deberíamos hacer ahora —hoy— para ayudar a los no-humanos. Estas críticas a la posición abolicionista argumentan que no tenemos otra opción que no sea la de perseguir más regulaciones de bienestar animal, intentando así hacer la explotación animal más “humanitaria” —si queremos hacer algo “práctico” para ayudar a los animales.

La creencia de que las regulaciones de bienestar animal ofrecen protección significativa para los intereses de los animales no podría estar más errada.

Tal como argumenté en mis escritos, dado que los animales son propiedad, ellos son sólo mercancías con valor extrínseco o condicional. Sus intereses no tienen valor intrínseco. Como resultado, las normas que requieren su trato “humanitario”, son interpretadas con un sentido económico, y limitan la protección a aquello que proporciona beneficio económico a los humanos. Las supuestas mejoras en el bienestar animal hacen muy poco —si es que hacen algo— para aumentar la protección de los intereses de los animales humanos; y la mayoría de las veces, no hacen más que tornar la explotación animal económicamente más eficiente y socialmente más aceptable.


Más aún, no hay evidencia histórica de que la regulación de bienestar animal conduzca a la abolición.

Los bienestaristas también están errados en afirmar que la posición de los derechos no ofrece pasos prácticos progresivos que podamos tomar en el camino hacia la abolición. Hay una guía muy clara para el cambio progresivo: el veganismo.

El veganismo no es una mera cuestión de dieta; es un compromiso moral y político hacia la abolición en el ámbito individual y alcanza no sólo lo referente a comida, sino también la ropa, otros productos, y otras acciones y elecciones personales. Hacernos veganos es lo único que podemos hacer hoy —ahora mismo— para ayudar a los animales no humanos. No requiere una campaña onerosa, la necesidad de una gran organización, legislación, o cualquier otra cosa que no sea nuestro reconocimiento de que si derechos animales significa algo, es que no podemos justificar el consumo de carne —incluyendo a los peces— lácteos, huevos o cualquier otro producto derivado de no-humanos.

Representa un repudio a la csoficación de los no-humanos y el reconocimiento de su valor intrínseco. El veganismo también es un compromiso con la noviolencia. El movimiento por los Derechos Animales debería ser un movimiento de paz, y debería rechazar la violencia contra todos los animales no humanos y los humanos.

Muchos “defensores de los animales” se declaran a favor de los Derechos Animales pero continúan comiendo productos animales. En realidad muchos líderes del movimiento animalista no son veganos. Esto no difiere de alguien que dice estar a favor de la abolición de la esclavitud pero continúa poseyendo esclavos.

No hay ninguna diferencia significativa entre comer peces y comer lácteos u otros productos animales. Los animales explotados en la industria láctea viven más tiempo que los utilizados para carne, pero son tratados peor durante sus vidas, y terminan en el mismo matadero, después de lo cual consumimos su carne, de todas maneras. Hay probablemente más sufrimiento detrás de un vaso de leche o de un cucurucho de helado, que de un filete. Y cualquiera que piense que un huevo —incluso el llamado “campero”— no es un producto que tenga detrás un sufrimiento tan horrible como tiene la carne, no conoce mucho acerca de la industria de los huevos.

Si alguien deja de comer carne pero, como resultado, come más lácteos o huevos —como muchos vegetarianos hacen— esto puede en realidad incrementar el sufrimiento. En cualquier caso, sostener que hay distinción moral entre comer carne y comer lácteos, huevos, o consumir otros productos animales, es tan sinsentido como sostener que hay una diferencia moral entre comer vacas grandes y comer vacas pequeñas.

En vez de abrazar al veganismo como una clara base moral de referencia, el movimiento animalista adoptó, en su lugar, la noción de que podemos actuar éticamente si continuamos consumiendo productos animales.

Consideren los siguientes ejemplos, de los cuales hay muchos:
  • Peter Singer afirma que podemos ser “omnívoros conscientes” y explotar éticamente a los animales si, por ejemplo, elegimos comer animales “libres de jaulas”, quienes han sido criados y matados de una manera relativamente “humanitaria”. [The Way We Eat: Why Our Food Choices Matter, p. 81-169] Singer elogia a los proveedores de animales explotados “humanitariamente”, tales como Whole Food Markets, Inc. y a su Director General [CEO], John Mackey, como “éticamente responsable” [177-83] y describe el veganismo estricto como “fanático” [281].
  • Tom Regan tiene en el programa a Mackey, como expositor principal, en una conferencia del 2005 titulada "The Power of One",la cual focaliza en la capacidad de los individuos para hacer cambios importantes para los no humanos. Regan festeja a Mackey y Whole Foods como “una fuerza propulsora de pautas más altas de bienestar animal.”
  • PeTA dió un premio a Whole Foods en el 2004, afirmando que la compañía “ha hecho consistentemente más por el bienestar animal que cualquier comerciante en la industria, requiriendo que sus productores adhieran a normas estrictas.” PeTA también dio un premio en el 2004 a la diseñadora de mataderos Temple Grandin, declarándola –lo que es bastante notable, en mi opinión- como una “visionaria.”
  • La Humane Farm Animal Care, con sus socios de la Humane Society de los EE.UU., la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales, Animal People, la WSPA y otras, promueven el Certified Humane Raised & Handled Label, [Certificado de Cría y Manejo Humanitario] que describe como un “programa de certificación y etiquetado” para asegurar a los consumidores que un “huevo, un lácteo, un producto de carne roja o avícola ha sido producido teniendo en cuenta el bienestar de los animales de granja” si tiene esta etiqueta.
Por supuesto que siempre es mejor, en términos generales, hacer menos daño que hacer más, una vez que decidimos infligir daño. Si vamos a comer un animal que ha sido torturado, supongo que es “mejor” comer uno que ha sido menos torturado. Pero dejando de lado el interrogante de si los no humanos criados “humanitariamente” son realmente menos torturados que otros, hay una gran diferencia entre la posición de que menos sufrimiento es mejor que más sufrimiento y la posición de que causar menos sufrimiento hace a una acción moralmente aceptable. La idea de que el movimiento animalista explícitamente promueva la última postura —que hacer menos daño es una solución moralmente aceptable al problema de la explotación animal— es profundamente perturbadora.

Si X va a violar a Y, es “mejor” que él no golpee también a Y. Sería, sin embargo, moralmente repugnante afirmar que podemos ser “violadores conscientes”, si nos aseguramos de no golpear a las víctimas violadas. Del mismo modo, es perturbador que los defensores de los animales estén promoviendo la idea de que podemos ser moralmente “omnívoros conscientes”, si comemos los productos animales supuestamente producidos “humanitariamente” y vendidos por los proveedores “éticamente responsables” de sufrimiento y muerte. Esto no solo es una posición que entra en conflicto con la noción de que los no humanos tienen significación moral, sino que alienta fuertemente a la gente a ver la continuación del consumo de productos animales como una alternativa moralmente aceptable a la adopción del estilo de vida vegano.

Más aún, muchas de las organizaciones animalistas describen al veganismo como un estilo de vida dificultoso que requiere considerable auto-sacrifico y que es sólo para los defensores de la “línea dura”.

Yo me hice vegano 24 años atrás. No era particularmente difícil en aquella época, pero es del todo absurdo caracterizarlo como difícil hoy. Es fácil ser un vegano. Seguro que estarán más limitados en las opciones de los restaurantes, sobre todo si no viven en o cerca de una gran ciudad, pero si este inconveniente es significativo para ustedes y les impide ser veganos, entonces probablemente no se toman en serio el tema de todas maneras.

El movimiento animalista nunca tendrá ni siquiera una esperanza de cambiar el paradigma de la jerarquía especista, en la medida en que no tenga claro, como principio guía, que es moralmente incorrecto consumir carne de cualquier tipo, huevos, o cualquier otro producto hecho con animales.

Si, en los tardíos 80’ —cuando la comunidad “defensora de los animales” en EE.UU. decidió muy deliberadamente seguir la agenda bienestarista— una porción sustancial de los recursos del movimiento hubieron sido invertida en la educación vegana y abolicionista, habría probablemente cientos de miles más veganos que los que hay en el presente. Esta es una estimación muy conservadora dado los cientos de millones de dólares que han sido gastados por los grupos animalistas para promover legislación e iniciativas bienestaristas. Sostengo que obtener un número creciente de veganos reduciría más el sufrimiento, al reducir la demanda de los productos animales, que todos los “éxitos” bienestaristas juntos y multiplicados por diez. Incrementar el número de veganos ayudaría también a construir una base política y económica, requerida para el cambio social que constituye el predicado necesario para el cambio legal significativo.

Dado el tiempo limitado y los recursos financieros limitados, no es claro cómo alguien que busca la abolición como objetivo a largo plazo —o que al menos acepta que la condición de propiedad de los animales es el impedimento más serio para cualquier cambio significativo y debe, por lo menos, ser radicalmente modificado— podría creer que la expansión del tradicional bienestar animal es una opción racional y eficiente –dejando de lado cualquier consideración acerca de las inconsistencias en la teoría moral.

Imaginen que mañana, tienen dos horas para usar en la defensa de los Derechos Animales. No pueden hacerlo todo; deben elegir. No tengo dudas de que 2 horas de su tiempo gastado en distribuir material educativo sobre veganismo es, en varios sentidos, un uso mucho mejor de su tiempo que 2 horas haciendo campaña por jaulas en batería más grandes o por formas más “humanitarias” de esclavitud animal.

En suma, así como alguien que dice que la esclavitud humana está mal pero continúa poseyendo esclavos no es realmente un abolicionista con respecto a la esclavitud humana, alguien que dice que la esclavitud no humana está mal pero que no abraza el veganismo como modo de vida no es realmente un abolicionista con respecto a la esclavitud animal. Aquellos de nosotros que aceptamos el enfoque abolicionista vamos a ser claros e inequívocos, y promoveremos el veganismo en nuestras palabras y acciones.



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...