29 de octubre de 2017

Veganismo: Historia, Perspectivas Contemporáneas y Objeciones Comunes




Este breve ensayo traducido al español será incluido en la nueva edición del Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora.


VEGANISMO. El veganismo, como una cuestión de dieta que refleja preocupaciones éticas, se refiere a la práctica de no consumir carne, pescado, lácteos, huevos, y otros productos de origen animal, como la miel. El veganismo entendido como una filosofía ética se aplica a la práctica de no comer, llevar ni usar productos de origen animal ni participar en la explotación animal, hasta donde sea posible. Esta entrada tratará sobre la historia del veganismo y su posición conceptual, y asimismo expondrá las visiones contemporáneas sobre el veganismo y algunas objeciones comunes al veganismo.

Historia: Aunque la palabra "vegano" no fue acuñada hasta 1944, la idea de evitar los lácteos y los huevos, además de la carne, puede ser rastreada 35 años antes en Gran Bretaña —e incluso antes si tenemos en cuenta a Lewis Gompertz [1783/84 - 1861], un vegano que fue miembro fundador de lo que más tarde sería la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales. Al comenzar el año 1909, algunos miembros de la Asociacion Vegetariana Británica, que se había constituido en 1847, comenzaron a cuestionar si, de acuerdo a la moral, y, en menor grado, de acuerdo a la salud, el rechazo de comida que incluya cuerpos de animales se puede compatibilizar con el consumo de lácteos y huevos. Este debate fue retomado periódicamente desde 1909 hasta 1944, cuando la Asociación Vegetariana rechazó la propuesta de incluir una sección en su revista "The Vegetarian Messenger", para todos aquellos miembros de la asociación que rechazaban los lácteos y los huevos.


En 1944, Donald Watson, que había sido secretario de la Asociación Vegetariana de Leicester, y otros cuantos vegetarianos decidieron formar un grupo —la Asociación Vegana— que se oponía al consumo de lácteos y huevos. Este grupo inicialmente usó la palabra "vegano", que Watson señalaría después que representaba el principio ["veg"] y el final ["ano"] de "vegetariano", reflejando así que el veganismo era la conclusión natural de una dieta vegetariana. Luego continuaron usando el término "vegano". Este grupo comenzó una revista cuatrimestral llamada "The Vegan News", que más tarde sería "The Vegan".


Los primeros veganos creían que su dieta no sólo era sostenible sino que era más saludable que una que incluyera lácteos o huevos. Sin embargo, lo que claramente les motivaba eran al menos tres preocupaciones éticas. Primero, les preocupaba los efectos que comer animales tenía en el desarrollo espiritual y moral de los seres humanos. En el primer número de "The Vegan News", Watson y sus compañeros explicaban que el vegetarianismo es "sólo la mitad del camino entre comer carne y una dieta realmente civilizada y humanitaria, y que pensamos, por tanto, que durante nuestra vida en esta tierra debemos intentar evolucionar" hacia una dieta que excluya los productos de origen animal. Ellos afirmaban que "sospechamos que el gran impedimento para el desarrollo moral de la humanidad sería el hecho de ser un parásito de otras formas de vida animal" y expresaban la visión de que "el destino espiritual de la humanidad está abocado en el tiempo a juzgar con horror la idea de que hubo un tiempo en que los hombres se alimentaban de los productos del cuerpo de otros animales".


Segundo, los veganos, así como los vegetarianos, estaban preocupados por la matanza y crueldad inherente a los productos de origen animal. Los vegetarianos rechazaban la carne porque los animales tenían que ser matados para ser comidos. Pero los veganos alegaban que los lácteos conllevan matar a los terneros nacidos de vacas destinadas a la producción de leche, quienes a su vez eran matadas cuando se agotaba su producción de leche. Asimismo, la separación de las vacas y sus terneros les causaba un terrible estrés tanto a la madre como a su hijo. La producción de huevos requiere la matanza de los pollitos machos y de las propias gallinas que ya no resulten productivas. El sistema de jaulas en batería apenas había comenzado en la década de los 40 y la ganadería intensiva apoyaba el argumento sobre la crueldad.


Tercero, y quizás lo más interesante, los veganos desde su inicio expresaban una preocupación general sobre la explotación de los animales que iba más allá del trato cruel y la matanza de animales y rechazaba todo uso de animales. En 1944, la Asociación Vegana reconocía que "nuestra presente civilización está construida sobre la explotación de animales así como las civilizaciones pasadas estaban construidas sobre la explotación de esclavos". En 1945, la Asociación estableció, en el contexto de rechazo al uso de animales, incluyendo el consumo de miel: "El propósito de la Asociación Vegana es oponerse a la explotación de la vida sintiente tanto si es beneficiosa o no". La Asociación sostenía que la mutilación y matanza de animales "nos presenta una grave responsabilidad, en tanto que en términos morales no hay diferencia entre esa acción y una acción similar sobre seres humanos."


En 1949, Leslie J. Cross, un pionero e influyente vicepresidente de la Asociación Vegana, escribió que el veganismo trataba sobre "la abolición de la explotación de los animales por la humanidad" y expuso una definición de veganismo: "el principio de la emancipación de los animales de la explotación humana". Él dejó claro que la "emancipación" significa el fin de la domesticación. Él argumentaba que los animales tenía "derechos relativamente equivalentes" a los derechos de los humanos y que toda la explotación animal en sí misma, independientemente del trato, violaba esos derechos.


En 1950, la Asociación Vegana se comprometía a "buscar el fin del uso de animales por la humanidad para alimento, productos, trabajo, caza, vivisección, y otros usos que implican explotación de la vida animal por la humanidad". Cross escribió que "nuestro propósito no es hacer que la presenta relación entre la humanidad y los animales —que honestamente vista es esencialmente de amo y esclavo —más tolerable sino abolirla...."


En 1979, cuando la Asociación Vegana se convirtió en una asociación caritativa, adotó una definición de veganismo: "una filosofía y modo de vida que busca excluir —tanto como sea posible y practicable— todas las formas de explotación, y crueldad, hacia los animales, ya sea para alimentos, vestimenta o cualquier otra finalidad... En términos dietéticos se aplica evitando todos los productos derivados total o parcialmente de los animales."


Aunque hubo ciertamente algunas tensiones y desacuerdos en el movimiento vegano pionero, está claro que, en determinados aspectos, se anticipó al movimiento de derechos animales por varias décadas en tanto que al menos algunos pioneros veganos clamaban por la eliminación de toda explotación animal. Ellos promovían el veganismo no meramente como una dieta y una forma de reducir la crueldad hacia los animales sino de manera clara e inequívoca como un imperativo moral que se reflejaba en la abolición de la explotación animal en la propia vida individual como una parte necesaria en la abolición social del uso de animales.


Perspectivas contemporáneas: En la década de 1970 y 1980, el moderno movimiento de derechos animales surgió en Occidente y desafiaba el movimiento bienestarista que aceptaba el uso de animales por parte de los humanos pero que promovía un trato más "humanitario". El incipiente movimiento de derechos abrazaba la idea de la abolición, pero, hacia la mitad de la década de 1990, se había asumido la posición de que, aunque la abolición era el objetivo, la reforma bienestarista y el activismo convencional eran medios apropiados para conseguir el objetivo. Esta posición fue adoptada por todas las grandes organizaciones en Estados Unidos, Europa, y casi todo el mundo, y fue explícitamente promovida incluso por teóricos de los derechos como Tom Regan.


Aunque el veganismo como un imperativo moral fue promovido por al menos algunos segmentos en el incipiente movimiento moderno de derechos animales que deseaban la abolición, el movimiento animalista actual no puede ser caracterizado como un movimiento abolicionista de derechos y está dominado por el pensamiento utilitarista de Peter Singer. Singer, quien se considera un "vegano flexible", promueve el veganismo dietético como una manera de reducir el sufrimiento y no como un imperativo moral. Ninguna de las corporaciones caritativas en los Estados Unidos o Europa promueve el veganismo como un imperativo moral. Muchos de estos grupos, al igual que Singer, promueve el veganismo dietético como una forma de reducir el sufrimiento, acompañado de otras medidas que supuestamente reducen el sufrimiento, incluyendo el reducetarianismo o el consumo de productos de origen animales producidos "humanitariamente" según dicen. Incluso la Asociación Vegana en años recientes ha adoptado posturas que son en realidad hostiles al veganismo como imperativo moral. La mayoría de los grupos tradicionales de bienestar animal no promueven el veganismo en absoluto.


El veganismo dietético es también promovido como una manera de lograr una mejora en la salud humana. No hay evidencia de que las sustancias de origen animal sean necesarias para una salud humana óptima y un creciente número de autoridades médicas y nutricionales consideran que las sustancias de origen animal son perjudiciales para la salud humana. Debido a que la ganadería produce más gases de efecto invernadero que la quema de combustible fósil para transporte, y posiblemente al menos el 51% de todos los gases de efecto invernadero, algunos argumentan que el veganismo dietético es una manera de afrontar los problemas medioambientales.


Hay un movimiento abolicionista que mantiene que el veganismo es una cuestión de justicia y refleja un imperativo moral de que no debemos comer, vestir o usar a los animales para cualquier propósito humano. El movimiento abolicionista promueve la idea de que el objetivo es terminar con el uso de animales, incluyendo la domesticación, y no conseguir una explotación animal más "humanitaria". Este movimiento abraza asimismo el principio de la noviolencia, y sostiene que el rechazo a la explotación animal es parte del movimiento que rechaza todas las formas de cosificación y discriminación, incluyendo aquellas que afectan a los humanos.


Hay que señalar que el veganismo fue el tema principal de dos conferencias organizada en 1990 y 1991 por José Ferrater Mora en la Universidad Complutense de Madrid.


Argumentos contra el Veganismo: Además de los argumentos basados en la salud, que han sido refutados hace tiempo pero que continúan teniendo cierta fuerza, y el argumento de que los animales no importan moralmente, que es una posición negada incluso por la moralidad convencional, hay dos argumentos principales contra el veganismo. El primero dice que debido a la actividad humana, incluyendo el cultivo del terreno para producir comida o material para elaborar vestimenta, se inflige daño a los animales en diversas maneras, por lo que no podemos abolir la explotación animal, y, por tanto, el veganismo es un ideal imposible. Este argumento falla por la misma razón que podemos argumentar que debido a que no podemos eliminar todo el daño accidental sobre seres humanos, la abolición de la esclavitud o la prohibición del asesinato es un ideal imposible. Este argumento ignora por completo que excluir a los individuos —ya sean humanos o animales— de la comunidad moral tratándolos como cosas que no tiene valor inherente o intrínseco es cualitativamente diferente del daño accidental que se ocasiona sobre esos individuos. Construir una carretera conlleva que habrá accidentes de tráfico que ocasionarán muertes pero esto no es lo mismo que esclavizar seres humanos o asesinarlos.


El segundo argumento es que ya que el mundo no se volverá vegano de un día para otro entonces promover la reforma bienestarista, el reducetarianismo, etc.. es una necesidad práctica. Este argumento yerra por la misma razón que nunca aceptaríamos argumentos similares en el contexto de las violaciones de derechos humanos. Por ejemplo, el mundo no detendrá la violencia misógina contra las mujeres de un día para otro pero no por eso promoveremos "la violación humanitaria" o "la violación reducida". Semejante argumento, aplicado a los animales, no tiene en cuenta el valor inherente de los animales y su derecho a no ser explotados como recursos.


Gary L. Francione & Anna Charlton

8 de septiembre de 2017

Acerca del interés de los animales en vivir


Animales entrando en un matadero


La moralidad convencional en el mundo occidental sobre la ética hacia los animales establece que matar a un animal no es un problema; el problema es hacerle sufrir. En tanto que hayamos tratado y matado a un animal de una manera "humanitaria", no hemos hecho nada malo. Un ejemplo evidente de esta creencia la encontramos en el caso de los perros y los gatos; animales particularmente valorados en la cultura occidental. Quienes infligen sufrimiento a un perro o a un gato son despreciados. Pero los perros y gatos indeseados son rutinariamente "puestos a domir" —matados— en los refugios con un inyección intravenosa de pentobarbital sódico, y la mayoría de la gente no le pone objeción en tanto que el proceso sea aplicado adecuadamente por un profesional y no se inflija sufrimiento al animal.

¿Por qué pensamos que matar a los animales per se no es moralmente erróneo? ¿Por qué pensamos que la muerte no es un daño para los animales no humanos?

Antes del siglo XIX, los animales era mayormente considerados como cosas. Ni el uso ni el trato sobre ellos era una cuestión moral o legal. Existían obligaciones concernientes a los animales, como la de no dañar a la vaca de nuestro vecino, pero esa obligación se la debemos a nuestro vecino en tanto propietario de la vaca, no a la vaca.

Señalar que los animales son considerados como cosas no significa que se niegue el hecho de que son sintientes, o perceptivamente conscientes, y que tienen intereses en evitar el dolor, el sufrimiento y el estrés. Pero se cree que podemos ignorar esos intereses debido a que los animales son inferiores. Nosotros podemos razonar; ellos no. Nosotros podemos usar la comunicación simbólica; ellos no.

En el siglo XIX, ocurrió un cambio de paradigma, y nació la filosofía del bienestar animal. En un relativamente breve periodo de tiempo se produjo un cambio en la forma de pensar; se decidió rechazar la noción de los animales como cosas y abrazar la idea de que los animales poseen un valor moral. Una figura prominente en este cambio de paradigma fue la del filósofo y jurista Jeremy Bentham, quien argumentó en 1789 que, aunque en realidad un caballo o un perro son más racionales y comunicativos que un bebé humano, «la cuestión no es ¿pueden razonar? ni ¿pueden hablar? sino ¿pueden sufrir?».

Bentham mantuvo que el hecho de que los animales fueran cognitivamente diferentes de los humanos —ellos tienen diferentes tipos de mentes— no significaba que su sufrimiento no importara moralmente. Argumentó que no podemos justificar moralmente el infligir sufrimiento a los animales basándonos en su especie más de lo que podemos justificar la esclavitud de los negros basándonos en su color de piel.

Pero Bentham no defendió que dejáramos de usar a los animales como recursos de la misma manera que defendió la abolición en el caso de la esclavitud humana. Él mantuvo que era moralmente aceptable usar y matar animales para propósitos humanos siempre que los tratáramos bien. Según Bentham, los animales viven en el presente y no son conscientes de lo que pierden cuando les quitamos sus vidas. Si los matamos y comemos «nosotros nos sentimos mejor por ello, y ellos no se sienten nunca peor. No tienen ninguna de esas prolongadas expectativas de desgracias futuras que tenemos nosotros». Bentham mantuvo que en realidad les estamos haciendo un favor a los animales si los matamos, siempre que lo hagamos de manera relativamente indolora: «La muerte que sufren por nuestra mano es comúnmente, y siempre puede ser, más expeditiva y, por ello, menos dolorosa, que la que les espera en el curso inevitable de la naturaleza.. [N]osotros nos sentiríamos peor si vivieran, y ellos no se sentirían peor por estar muertos». En otras palabras, a la vaca no le importa si la matamos y la comemos; sólo le importa cómo la tratamos y la matamos, y su único interés es el de no sufrir.

Y eso es precisamente lo que la mayoría sigue creyendo hoy en día. Matar animales no es un problema. El problema es hacerles sufrir. Si les proporcionamos una vida razonablemente placentera, y una muerte relativamente indolora, entonces no estamos haciendo nada malo. Curiosamente, las ideas de Bentham fueron suscritas por Peter Singer, quien fundamenta su posición en «Liberación Animal» [1975] directamente en Bentham. Singer afirma que «la ausencia de cierta forma de continuidad mental» hace difícil comprender por qué matar a un animal no sería «algo que puede constituir un bien con la creación de un nuevo animal que continúe teniendo una vida equivalemente placentera».

Nosotros pensamos que esa perspectiva es errónea.

Decir que un ser sintiente —cualquier ser sintiente— no es dañado por la muerte es decididamente extraño. La sintiencia no es una característica que haya evolucionado para servir como un fin en sí misma. En realidad, la sintiencia es una cualidad que permite que los seres que la poseen puedan identificar situaciones que son dañinas y que amenacen su supervivencia. La sintiencia es un medio para el fin de continuar existiendo. Los seres sintientes, por el hecho de ser sintientes, tienen un interés en continuar vivos; esto es, ellos prefiere, desean o quieren permanecer vivos. La existencia continuada es su interés. Por tanto, decir que un ser sintiente no es dañado por la muerte deniega que ese ser tenga el interés que la sintiencia sirve para perpetuar. Esto es análogo a decir que un ser que tiene ojos no tiene un interés en continuar viendo o que no es dañado por el hecho de quedarse ciego. Los animales capturados en trampas son capaces de roer sus propias extremidades para intentar escapar y de este modo se infligen un terrible sufrimiento sobre sí mismos para así poder continuar viviendo.

SInger reconoce que «un animal puede luchar contra una amenaza hacia su vida» pero concluye que eso no significa que el animal tenga una continuidad mental requerida para poseer conciencia de sí mismo. Sin embargo, esta posición evade la cuestión en tanto que asume que la única manera en la que un animal puede ser autoconsciente es tener alguna clase de identidad autobiográfica que asociamos a los humanos adultos normales. Ésa es sin duda una forma de ser autoconsciente, pero no es la única manera. Tal y como el biólogo Donald Griffin, uno de los etólogos cognitivistas más importantes del siglo XX, explicó, es arbitrario denegar a los animales alguna clase de autoconciencia puesto que los animales que son perceptivamente conscientes deben ser conscientes de sus propios cuerpos y acciones, y deben diferenciarse a sí mismos de los cuerpos y las acciones de los otros animales.

Incluso si los animales vivieran en el «eterno presente» que Bentham y Singer creen que habitan, esto no significa que no sean autoconscientes o que no tengan un interés en continuar existiendo. Los animales serían conscientes de sí mismos en cada momento del tiempo y tienen un interés en continuar siendo conscientes; ellos tendrían un interés en llegar al siguiente segundo de la conciencia. Los seres humanos que padecen un particular tipo de amnesia pueden ser incapaces de rememorar recuerdos o planificar proyectos sobre el futuro, pero esto no significa que no sean autoconscientes de cada momento, o que la interrupción de su conciencia no sea un daño.

Es hora de que revisemos este asunto. Si empezamos a considerar que matar a un animal —aunque fuera indoloramente— se trata de un problema moral, quizás esto pueda conducirnos a reflexionar sobre si el uso de animales es moralmente justificable, en lugar de pensar sólo en si el trato es "humanitario". Dado que los animales son propiedad, y por lo general sólo protegemos los intereses de los animales hasta el punto en que sea económicamente rentable, es una fantasía creer que el trato "humanitario" puede ser un estándar alcanzable en cualquier caso. Si nos tomamos en serio los intereses de los animales no podemos evitar la reflexión sobre la moralidad del uso independientemente de las consideraciones sobre su trato.
Anna Charlton & Gary Francione


27 de agosto de 2017

Comer Animales: ¿Nuestra "Elección"?



En nuestras discusiones sobre veganismo, una presunción habitual —a menudo incuestionada— es que el veganismo es una cuestión de elección. Lo que esto quiere decir no es simplemente que podemos elegir no comer, no vestir con, ni usar en general, productos animales, debido a que esta elección no está prohibida por la ley, sino también que no tenemos la obligación de elegir ser veganos. El veganismo sería como elegir una película o una música que nos gusta. Aquí no hay nada que tenga que ver con lo que es moralmente correcto o incorrecto.

Queremos analizar este asunto y argumentar que se trata de una cuestión moral acerca de lo correcto y lo incorrecto y que tenemos la obligación moral de ser veganos. Más aún, queremos mostrarles que en realidad ya estarían de acuerdo con nosotros.

Cada día aparecen noticias sobre cómo alguien le hizo algo terrible a un animal sin una buena razón. Esas noticias a menudo se refieren a perros y gatos, pero también a menudo aparecen otros animales. No creemos que resulte controvertido decir que nuestra moral convencional acerca de los animales establece que ellos importan menos que los humanos y que es moralmente aceptable preferirnos a nosotros antes que a ellos, pero sólo en situaciones en las que existe compulsión o necesidad. La mayoría piensa que es indiscutible el postulado de que es moralmente erróneo infligir innecesariamente sufrimiento o muerte a los animales. No pensamos que sea una cuestión de elección; pensamos que es un tema de obligación moral.

Y lo que la necesidad significa en este contexto también está falto de polémica. Todos acordamos que está mal infligir sufrimiento y muerte a los animales porque nos resulte placentero, conveniente o divertido. ¿Por qué el 84% de la sociedad británica se opone a la caza del zorro? Es sencillo. Ellos piensan que el placer o la diversión de los cazadores no justifica infligir un terrible sufrimiento y una muerte violenta a un zorro. Ellos no piensan que los cazadores deberían tener el derecho a elegir organizar la caza del zorro. Aquí se trata de lo que es correcto e incorrecto, y lo juzgan moralmente incorrecto.

Utilizamos a los animales para una variedad de propósitos, pero el uso más numéricamente significativo es el uso de animales para alimento. Matamos y comemos una cifra estimada de sesenta mil millones de animales y un billón de animales marinos cada año. Los animales que son criados y matados de la forma más "humanitaria" —sea lo que sea que signifique esto— experimentan dolor y estrés durante toda su vida y en el momento de su muerte. Las cámaras en los mataderos no afectarán a esto. Obviamente necesitamos poder justificar el sufrimiento que imponemos a los animales que comemos. Necesitamos encontrar una razón que plausiblemente incluya alguna clase de necesidad o compulsión.

El problema es que no podemos encontrarla.

No hay necesidad de consumir productos animales para lograr una salud óptima. Las autoridades gubernamentales y las organizaciones profesionales alrededor del mundo reconocen que podemos vivir de forma saludable sin consumir carne, lácteos y huevos. De hecho, un creciente número de organizaciones de profesionales de la salud declaran que consumir productos animales es perjudicial para la salud humana. Y no hay ninguna duda de que la ganadería es claramente un desastre medioambiental.

Así pues, ¿cuál es la mejor justificación que tenemos para infligir sufrimiento y muerte a los animales que comemos? El placer del paladar. La diversión. Eso es todo. ¿Y en qué se diferencia esto del placer y la diversión de quienes cazan zorros?

Llegados a este punto, deben estar pensando que ciertamente hay una diferencia entre ustedes y aquellos que practican la caza del zorro —ellos participan directamente y ustedes sólo compran productos animales en una tienda. Esto puede representar una diferencia psicológica pero no es una diferencia moral entre la persona que mata y la persona que paga a esa otra persona para que mate. De hecho, la ley señala que la persona que aprieta el gatillo y la persona que paga al que aprieta el gatillo son igualmente culpables de asesinato.

Pueden estar pensando: "¿Pero y si nos encontráramos en una isla desierta?". La respuesta breve es: no lo están, nunca lo estuvieron y es altamente improbable que lo estén en algún momento. Pero incluso si lo estuvieran, entonces el elemento de la compulsión y la necesidad mostrarían que matar a un animal sería moralmente excusable. Nadie que esté leyendo esto puede estar experimentando esa compulsión o necesidad que elimina las opciones morales en el esquema.

Está claro que como sociedad, y como individuos, estamos debatiendo sobre la cuestión de nuestra obligación moral hacia los no-humanos. La única cosa que está clara es que incluso si permanecemos en nuestra moral convencional, que es bastante antropocéntrica, y no deseamos adentrarnos en la filosofía de los derechos animales, sigue habiendo algo correcto e incorrecto aquí. La aplicación del veganismo a la alimentación es la conclusión necesaria a la que llegamos a partir de lo que ya creemos. Y una vez que dejamos de comerlos, empezamos a tener claro por qué debemos no explotarlos en otros contextos como son la vestimenta, el entretenimiento, y demás.

Anna Charlton & Gary Francione


31 de julio de 2017

Daiya, la experimentación animal y el significado de 'vegano'




Algunas personas están enojadas acerca del hecho de que la compañía Daiya haya sido adquirida por otra que es conocida por experimentar en animales. Proclaman que los productos de Daiya ya no son "veganos".

Eso es un sinsentido.

No es diferente de alegar que comprar brócoli congelado no es vegano porque lo produce una empresa que también manufactura productos hechos con carne/lácteos/huevos. No es diferente de alegar que los vegetales que compramos en el mercado no son veganos porque el granjero no es vegano y puede usar el dinero para comprar productos animales. No hay diferencia entre la experimentación en animales y cualquier otra forma de explotación animal. Todas son moralmente injustificables. Pero no es relevante acerca de si determinado producto contiene sustancias de origen animal. Y esto es lo único que determina si una cosa en particular es apta para que un vegano la consuma.

Una compañía puede fabricar un producto que no contenga sustancias de origen animal y no testarlo en animales, pero puede fabricar otros productos que contentan sustancias de origen animal. No hay diferencia moral entre explotar animales para experimentar en ellos y explotarlos para cualquier otro propósito. Muchos animalistas parecen creer que la experimentación animal es moralmente más objetable que otras formas de explotación animal. De este modo, muchos animalistas creen que la piel es moralmente más objetable que el cuero o la lana; o que consumir foie-gras es moralmente más objetable que consumir pollos o peces; o que la caza es moralmente más objetable que pagar a alguien para que inflija sufrimiento y muerte a los animales para luego empaquetar sus cadáveres en una bandeja para el supermercado. Muchos animalistas están influenciados por las campañas monotemáticas que son una gran herramienta de recaudación financiera pero que son un obstáculo para pensar con claridad acerca de la ética.

¿Dónde compra la gente los productos de Daiya? Los compran en un supermercado que vende toneladas de productos animales, o en "tiendas de salud" que venden productos de animales "felices". De hecho, mucha gente que compra productos Daiya en lugares como Whole Foods, que promueve sistemáticamente la "explotación feliz" y que es premiada por las organizaciones corporativas. ¿En qué se diferencia la experimentación animal de la explotación que vergonzosamente promueven esos grupos bienestaristas "en defensa de los animales"? Incluso si la tienda en la que compraron un producto Daiya fuera exclusivamente vegano y los propietarios y los empleados fueran veganos —algo muy poco probable— ese producto fue transportado por gente que no es vegana.  ¿Todos los que trabajan en Daiya son veganos y son veganos todos los que están involucrados en la producción de estos productos? ¿Todos los proveedores de Daiya son veganos? Si Daiya no es vegana debido a que fue comprada por una empresa que experimenta en animales, tampoco era vegana antes de esto. De hecho, según este razonamiento, nunca fue vegana.

Lo que determina si un producto es apto para veganos es lo que es en sí mismo. En el momento en que vayamos más allá de esto entonces excluiremos todo aquello que no produzcamos nosotros mismos utilizando cosas que sólo nosotros producimos y que no provengan de otro origen. Una vez que nos apartamos del producto en sí mismo, debido a que el uso de animales es omnipresente, y el hecho de que todo el dinero está ensuciado, no puede haber forma de encontrar un límite.

Estamos a favor de apoyar a las compañías veganas —aunque todas las compañías participan de la explotación animal en la dinámica de producción y distribución. No nos oponemos a expresar desacuerdo cuando una empresa vegana se vende a una empresa que no es vegana —aunque esto será algo que sucederá más a menudo en tanto que el veganismo se haga más popular y las grandes compañías quieran vender productos veganos para enriquecerse. Nuestra posición es que un producto "vegano" no deja de ser apto para veganos porque haya explotación animal involucrada en la dinámica de productos y distribución. Hay explotación animal involucrada en todo aquello que no produzcamos por nosotros mismos utilizando ingredientes que hayamos producido nosotros.

No estamos diciendo que no haya buenas razones para ser críticos con determinadas empresas, por su trato hacia los empleados, el medio ambiente,... Nosotros no comemos anacardos ni chocolate que no provengan de comercio justo porque, aunque estos productos son veganos, conllevan un daño terrible hacia los humanos. Pero son veganos.

De todos modos, no estamos animando a la gente a consumir productos Daiya. Personalmente creemos que no son nada saludables. Nunca los comeríamos.

Gary L. Francione & Anna E. Charlton




Si no son veganos, por favor, háganse veganos. El veganismo es acerca de la noviolencia. Primero y sobre todo, es acerca de la noviolencia hacia otros seres sintientes. Pero es también acerca de la noviolencia sobre la tierra y nosotros mismos.

Si los animales importan moralmente, el veganismo no es una opción —es una necesidad. Un movimiento que pretenda defender los derechos de los animales debe dejar muy claro que el veganismo es un imperativo moral.

Asumir el veganismo como un imperativo moral y promover el veganismo como un imperativo moral son, además de cuidar de no-humanos refugiados, las acciones más importantes de activismo que podemos llevar a cabo.

Aprendan más sobre veganismo en www.queeselveganismo.com

27 de julio de 2017

Dos movimientos: ¿En cuál estás?






Billones de animales son explotados anualmente. Sabemos que esto no va a terminar a corto plazo. Pero también sabemos que hay mucha gente que se preocupa por los animales.

Algunos activistas opinan que debemos educar, de manera noviolenta y creativa, a la gente que se preocupa por los animales para que comprendan que la explotación animal es injusta y que si nos preocupamos por los animales y estamos de acuerdo en que tienen un valor moral entonces tenemos la obligación de ser veganos y no comer, consumir o usar animales. Estos activistas rechazan la idea de que debemos promover o aprobar alguna forma de continuar la explotación animal. Quienes asumen este enfoque son, en su gran mayoría, activistas de base.

Algunos activistas piensan que no debemos promover el veganismo como una obligación moral y que debemos animar a la gente que se preocupa por los animales a comer productos de origen animal que hayan sido producidos de una manera "humanitaria", o que podemos satisfacer nuestra obligación moral reduciendo la cantidad de productos animales que consumimos. Aquellos que promueven este enfoque están, en su mayor parte, involucrados con las grandes organizaciones corporativas de caridad. Quienes forman parte de este grupo a menudo descalifican a los de aquel otro grupo como "puristas", "fundamentalistas" o "policía vegana".

Debemos tener claro dos puntos:

Primero; ningún enfoque conducirá a terminar con la explotación animal de un día para otro. La cuestión está en si debemos promover el veganismo o si debemos promover la explotación "feliz" o reducida. Sencillamente no es cierto que el enfoque que defiende la explotación "feliz" o reducida hace algo "ahora" por los animales que la posición vegana no haga.

Segundo; la gente que habla acerca de educar sobre veganismo o sobre la explotación "feliz" o reducida es gente que se preocupa por los animales. La gente a la que no le preocupa los animales no toma partido por ninguno de ambos enfoques.

Así que la cuestión es simple: ¿debemos educar sobre veganismo a la gente que se preocupa por los animales o debemos animarles a participar en la explotación "feliz" o reducida?

21 de julio de 2017

El moderno "movimiento animalista" en pocas palabras







Los abolicionistas mantienen que no podemos justificar la explotación animal y que la explotación animal no terminará hasta que construyamos un movimiento vegano que tenga la habilidad política de conseguir medidas que eliminen el uso de animales. Así que los abolicionista promueven el veganismo como un imperativo moral y también como una estrategia a largo plazo y un modo coherente de reducir ahora la demanda de productos animales para así conseguir cambiar el paradigma de los animales como propiedad hacia el de los animales como personas no humanas.

Aquellos que rechazan el abolicionismo promueven las reformas de bienestar animal, las campañas monotemáticas y el reducetarianismo.

Las campañas para la reforma bienestarista perpetúan la idea de que el uso animal es moralmente aceptable si es "humanitario". Pero las campañas bienestaristas en favor de las granjas "felices" sólo sirven para conseguir que la gente se sienta más cómoda en continuar explotando animales.

Las campañas monotemáticas sustituyen una forma de explotación por otra, y le dicen a la gente, por ejempo, que comer vacas o pollos o peces es moralmente mejor que comer foie-gras, o que vestir pieles es peor que vestirse con lana o cuero. Estas campañas perpetúan la explotación animal.

El reducetarianismo promueve campañas como los lunes sin carne, que refuerza la idea de que los lácteos y los huevos son moralmente distinguibles de la carne —y de ese modo promueve su consumo— y mantienen que podemos cumplir con nuestra obligación moral eligiendo comer menos carne o cambiando un producto animal por otro. Esto es similar a decir que podemos cumplir nuestras obligaciones morales respecto del racismo no cometiendo actos racistas durante los lunes o "reduciendo" nuestra conducta racista, pero sin la idea de que debamos abolir el racismo. El reducetarianismo es un enfoque incoherente que además promueve la continuidad de la explotación.

Quienes promueven la reforma bienestarista, la campaña monotemática, y el reducetarianismo, afirman que lo hacen porque hay que hacer algo por los animales "ahora". Ellos ignoran que los abolicionistas, que persuaden a la gente a que rechace la explotación animal en cualquier forma, están ciertamente haciendo algo "ahora". Ellos parecen no comprender que animando a la gente a consumir productos animales "felices", o a comer vacas en lugar de foie-gras, o a llevar lana en lugar de piel, están haciendo algo "ahora" que es contraproducente.

13 de mayo de 2017

Sobre el razonamiento moral


La lógica por sí sola puede fundamentar la moral, pero no puede, por sí sola, motivar a la preocupación moral.



30 de marzo de 2017

Derechos humanos y derechos de los demás animales


Gary Francione explica de qué manera la defensa de los animales humanos y los no humanos está profundamente entrelazada




Para más información sobre el Enfoque abolicionista consultar aquí

26 de febrero de 2017

Vegetarianismo: No tiene sentido


El vegetarianismo no tiene sentido. No hay diferencia moral entre la carne y el resto de productos de la explotación animal.



22 de febrero de 2017

Los pollitos de Crowland y nuestra moral convencional sobre los animales



La BBC ha informado que alguien arrojó a la basura a 1800 pollitos en un terreno de Crowland, cerca de Peterborough, en el Reino Unido. Los pollitos fueron matados porque se encontraban cerca de una zona de exclusión por la gripe aviar.




La RSPCA, que está investigando el caso, cree que los pollitos pertenecen a un productor comercial de pollos y que fueron abandonados por una tercera persona que los recibió de un empleado "en precario" del productor de pollos. El inspector de la RSPCA, haciéndose eco del clamor popular sobre este asunto, ha declarado: "Es increíble que alguien pudiera desechar a estos vulnerables pollitos" añadiendo además que "podría considerar que esto es uno de los actos más atroces que me he encontrado en los 20 años que llevo en la RSPCA."

Pero la industria británica del huevo mata rutinariamente a millones de pollos cada año. Los pollos macho no dan huevos así que por lo general son gaseados, aunque también pueden ser asfixiados o triturados. La RSPCA aprueba estos métodos de matanza sobre las mismas criaturas vulnerables que fueran abandonadas para morir en Crowland. Y la RSPCA anima activamente a la gente a consumir pollos y otros animales.

¿Qué sentido tiene todo esto?

La respuesta es que no tiene ninguno. Expresamos nuestro enfado sobre lo que le han hecho a los pollitos en Crowland, pero, en tanto que somos consumidores de huevos, de pollos, y de otros animales, estamos apoyando prácticas que conducen al mismo hecho: los mismos seres vulnerables acaban siendo matados. No hay otra manera de verlo: nuestra posición es manifiestamente confusa.

¿Es incapaz nuestra moral convencional acerca de nuestras obligaciones con los animales de aportar una mayor claridad y guía moral en estas situaciones?

Primero; necesitamos identificar cuál es nuestra moral convencional respecto de los animales. Podríamos afirmar que se resume en un simple e incontrovertido principio: que está mal infligir sufrimiento innecesario a los animales. Esto es, la mayoría de la gente cree que los animales tienen algún valor moral pero que es un valor menor que el de los humanos, por lo que, en caso de conflicto entre humanos y animales, los animales pierden.

Necesitamos pensar con algo más de claridad acerca de lo que realmente decimos creer.

¿Cuándo es necesario hacer daño a los animales?

¿Qué quiere decir nuestra moral convencional cuando dice que podemos usar y matar animales cuando es necesario hacerlo? ¿Cuál es el significado de "necesario"?

Sea cual sea el criterio de necesidad, lo que es cierto es que no puede incluir el placer, la diversión o la comodidad. Esto es, necesitamos que haya un conflicto real entre humanos y animales —alguna clase de compulsión que requiere que dañemos a los animales. Si interpretamos la necesidad para incluir situaciones en las que nuestro supuesto "conflicto" es que nos privaremos de algún tipo de placer o diversión, o que nos resultará incómodo, entonces no hay límites. Nuestra moral convencional sobre los animales resulta inútil.

Esto es por lo que tanta gente se opone a actividades meramente deportivas, como las peleas de perros, las corridas de toros, y la caza del zorro. El problema es que nuestro mayor uso de animales —para comida— no conlleva mayor necesidad que el uso de animales para la tauromaquia.

La gente tiende a creer que comer carne, lácteos, y huevos, es necesario para la salud humana. Pero desde hace muchos años, el National Health Service, la British Nutrition Foundation, y la British Dietetic Association, así como otras organizaciones en Estados Unidos, y otros países, reconocen que una dieta vegana correctamente planificada es saludable. Cada vez más profesionales de la salud señalan que comer animales es perjudicial para la salud humana. Aunque esto se sale de la cuestión. Nadie mantiene que sea necesario consumir sustancias de origen animal.

La mejor excusa que tenemos para matar a 60.000 millones de animales terrestres para comida, y una cifra estimada de un billón de animales marinos, es que saben bien.

La ganadería no sólo es moralmente problemática porque implica causar daño innecesario a los animales sino que también resulta ser un desastre ecológico, responsable de emitir más gases de efecto invernadero que todo el consumo de combustibles fósiles para transporte, así como del deterioro del suelo, contaminación del agua, deforestación, y otros daños medioambientales.

Si no es necesario matar y consumir animales para alimentarnos, entonces todo el sufrimiento y la muerte que conlleva este uso es, por definición, innecesario. Y nuestra moral convencional debería excluirlo. De otro modo, nuestra moral convencional sólo significaría que debemos no imponer más sufrimiento del que fuera necesario para mantener usos que ya de por sí resultan innecesarios en primer lugar. Sin duda, nuestra moral convencional alcanza más allá de prohibir aquel daño sobre los animales que es puramente gratuito.

Retorno a Crowland

Nosotros promovemos la idea de que los animales tienen derechos morales. Pero reconocemos que la mayoría de la gente no coincide con esta posición. Sin embargo, no es necesario asumir la posición de los derechos animales para comprender que nuestra moral convencional establece que si nos encontramos en una isla desierta, o en un bote a la deriva, hay una necesidad; aquí hay una compulsión. La moral convencional sostiene que comer a un animal en esa circunstancia sería moralmente aceptable.

No obstante, si no estamos en una isla desierta o en un bote a la deriva, y no hay una necesidad o compulsión para matar o pagar a alguien para que mate, entonces nuestra moral convencional nos conduce a asumir una dieta vegetal. La misma indignación que nos conduce a rechazar la violencia contra los pollitos abandonados en Crowland debería conducirnos a reconocer que no debemos matar a esas mismas criaturas vulnerables como parte de la industria del huevo.


3 de febrero de 2017

El cierre de un circo es una distracción respecto del problema real: comer animales




Traducido de The Conversation

El "Mayor Espectáculo Sobre La Tierra", el circo Ringling Bros, que tiene 146 años de antigüedad, anunciaba en enero que finalmente cerrará en mayo. El circo ya no es lo suficientemente espectacular para competir con los entretenimientos ofrecidos por los nuevos aparatos electrónicos, y con los conciertos de música y las exhibiciones de automóviles.

Los animalistas, quienes durante años han criticado a los circos por exhibir elefantes, están calificando esta decisión como una victoria, aunque la compañía ya había anunciado en 2015 que iba a dejar de utilizar elefantes en sus funciones en respuesta a las críticas públicas. Ciertamente, podríamos alegrarnos si esta decisión aliviara la miseria de los elefantes —aunque, tal y como explicaremos más adelante, esto no está nada claro— o evita que otros animales sean usados por futuros circos.

Pero los dueños de Ringling tomaron una decisión comercial que nada tiene que ver con lo que los animalistas dijeran o hicieran. De hecho, los ejecutivos dejaron claro que las funciones del circo ya no eran viables como modelo de negocio. Y cerrar el circo no afecta en nada a la institución del uso animal —ni, más importante aún, al hecho de que comamos animales. Como académicos por los derechos de los animales y defensores del veganismo como imperativo moral, no vemos esto como una victoria.

¿Por qué centrarse en los elefantes?

Los gustos cambian y la demanda de los consumidores determina cuáles negocios sobreviven. Los primeros circos exhibían humanos de manera abusiva e indignante, anunciándolos como "mujeres barbudas", gemelos siameses, y figurantes que padecían enanismo, gigantismo, discapacidades y enfermedades.

A la vez que estas prácticas desaparecieron en el siglo pasado, los circos pusieron un mayor énfasis en los payasos, los acróbatas, los funambulistas y las actuaciones con animales salvajes. La atmósfera carnavalesca de los circos itinerantes fue gradualmente transformándose hacia actividades más refinadas, en la línea de compañías como El Circo del Sol.

Nuestra opinión sobre las actuaciones con animales se hicieron más matizadas, variadas y controvertidas, particularmente en el caso de los elefantes. Los grandes circos ofrecían la rara oportunidad de ver a estos animales, pero hoy en día disponemos de documentales de elefantes en sus propios hábitats.

Asimismo, hemos comprendido que los elefantes son animales inteligentes y complejos. Los hemos unido junto a delfines, orcas, y grandes simios, en un pequeño y privilegiado club de animales "especiales" hacia el que los humanos, en especial los occidentales, muestran preocupación y se sienten contrariados y quizás se inclinen por acordar hacia ellos un mayor respeto.

En 2015, Ringling anunciaba que retiraría sus elefantes de los espectáculos en 2018. Aunque los elefantes todavía serían sujetos para investigación y cría, y vivirían en un pequeño "santuario", los grupos bienestaristas que habían realizado campañas para finalizar las actuaciones con elefantes lo estaban celebrando. Y cuando Ringling anunciaba este mes que cerraba el negocio, PeTA decía a sus simpatizantes que "36 años de protestas de PeTA, documentando cómo dejaban morir a los animales, cómo los golpeaban, y mucho más, había reducido la asistencia del público hasta un punto de no retorno."

Justificando la explotación animal

Semejantes declaraciones habían ignorado por completo al "elefante en la habitación"*. Los humanos matan y comen a 70 mil millones de animales terrestres y al menos a un billón de animales marinos anualmente. Todos los otros usos de animales —desde los circos hasta la investigación médica— palidecen en comparación.
*Elefante en la habitación: En Idioma inglés, "Elephant in the room" ["elefante en la habitación"] es una expresión metafórica que hace referencia a una verdad evidente que es ignorada o pasa desapercibida; también aplica a un problema o riesgo obvio que nadie quiere discutir.
Sin embargo, la mayoría de grupos bienestaristas no mantienen que usar animales para comida desafíe el mismo imperativo moral que le asignan a usar elefantes en los circos, matar focas bebés para pieles o comer perros y gatos en Asia. Esto refleja la estrategia recaudatoria de estas organizaciones, basada en presentar estos actos de crueldad hacia los animales como frívolos e innecesarios —por ejemplo, llevar un abrigo de piel. Ellos prometen a sus seguidores que se encargarán de estos temas, sin pedirle a nadie que cambie su dieta, estilo de vida o su forma de pensar. Los elefantes son perfectos para esta estrategia.

Ahora bien, los grupos bienestaristas han conformado perversas alianzas con las empresas y las industrias que se dedican a la explotación animal. Ellos trabajan con las empresas explotadoras para convencer a la gente de que hay una manera "compasiva" de explotar animales, e incluso les proporcionan licencias y certificados de productos animales "humanitarios".

Por ejemplo, en el año 2005 el profesor de la universidad de Princeton, Peter Singer, escribió una carta abierta en defensa de varios grupos bienestaristas expresando "aprecio y apoyo" al programa de Whole Foods para proporcionar un supuesto mejor trato "humanitario" a los animales de granja. Esto inauguraba lo que denominamos como el movimiento de "explotación feliz".

Pero los animales son bienes muebles, y los estándares de bienestar animal, como cuestión general aparte de los nichos de mercado para los ricos, no hacen otra cosa más que mejorar la eficiencia económica del uso de animales. Incluso los grupos bienestaristas reconocen que su negocio está ayudando a la industria a identificar la ineficiencia del trato hacia los animales para mejorar sus resultados. Por ejemplo, tanto PeTA como la Humane Society of the United States promueven la atmósfera-controlada como método para la matanza de aves basada en la eficiencia económica.

Comer animales: innecesario e injustificado

Durante más de 200 años, hemos asumido la idea de que los animales tienen valor moral —ellos no son simples cosas. Esta visión es reflejada en la legislación que procura un trato "humanitario" de los animales, la cual proviene del siglo XIX. La mayoría de nosotros considera que está mal infligir sufrimiento "innecesario" a los animales. Esto debe significar que no podemos imponer sufrimiento a los animales sólo por nuestro placer, diversión o conveniencia.

No obstante, nosotros señalamos que, en la vida cotidiana, estamos imponiendo sufrimiento innecesario a los animales. La idea de que la gente necesita consumir productos animales para tener una buena salud ha sido rebatida por las organizaciones profesionales, tales como la Academia de Nutrición y Dietética y la Asociación Americana del Corazón;  instituciones médicas como la Clínica Mayo, agencias gubernamentales como el Instituto Nacional de Salud y el Servicio Nacional Británico de Salud, y aseguradoras como Kaiser Permanente.

Todas estas autoridades coinciden en que una dieta vegetal correctamente planificada proporciona una adecuada nutrición. Algunos señalan que puede ser mejor para la salud humana que una dieta que incluye productos animales. Comemos animales por una sola razón: Nos gusta hacerlo. Nos resulta conveniente consumir un filete o un perrito caliente. Pero no tenemos una mayor justificación moral para comer animales que para explotar elefantes en los circos.

Si queremos tomarnos en serio la ética respecto de los animales, necesitamos salir del debate sobre el trato hacia éste u otro animal en circunstancias específicas. En su lugar, debemos enfocarnos sobre la justificación del uso de animales a la luz de la moralidad convencional de que los animales tienen un valor moral y que necesitamos una razón para imponerles sufrimiento y muerte. Para el 99.99 por ciento de nuestro uso de animales no tenemos ninguna razón que lo justifique.

El rechazo hacia el consumo de perros y gatos en los países asiáticos es atronador, y a menudo conlleva etnocentrismo y xenofobia. Pero no hay ninguna diferencia moral en absoluto entre comer perros y comer pollos o comer queso.

Mientras sigamos comiendo animales, nada cambiará. Una vez que reconocemos que nuestro uso de animales para comida no es diferente del uso de elefantes en los circos, la matanza de focas bebés o las peleas de perros, toda nuestra perspectiva cambiará por completo y la discusión social se trasladará del supuesto trato "humanitario" hacia las justificaciones del uso de animales.

4 de enero de 2017

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