4 de enero de 2012

Derechos Animales, Bienestar Animal y la Analogía de la Esclavitud




Muchos veganos se irritan con los no-veganos que afirman preocuparse moralmente por los demás animales, pero que continúan consumiéndolos. Con frecuencia, los primeros invocan una analogía con la esclavitud humana. Esto viene a ser así: todos estamos de acuerdo con que el uso de humanos exclusivamente como recursos —la condición conocida como esclavitud humana— es moralmente aborrecible. De igual modo, si la gente piensa que los animales no humanos son miembros de la comunidad moral, entonces tampoco debemos tratarlos exclusivamente como recursos y debemos oponernos a la esclavitud animal. Y si uno se opone a la esclavitud animal, uno adopta y promueve el veganismo.

¿Esta analogía funciona?

Sí y no. La analogía de la esclavitud, que estuve usando durante dos décadas, no es particularmente convincente si uno afirma que los no humanos, a diferencia de los esclavos humanos, sólo tienen interés en no sufrir y no tienen interés en la continuación de la vida o en la autonomía personal. Y ésa es una creencia central de la posición bienestarista desde Bentham: que los animales no humanos pueden sufrir y tienen interés en no sufrir pero que son cognitivamente diferentes de nosotros en que no son autoconscientes y en que no tienen interés en continuar su existencia.

Para decirlo de otro modo: los bienestaristas afirman que los animales no tienen, en sí mismo, un interés en no ser esclavos; ellos sólo tienen interés en ser esclavos “felices.” Ésa es la posición promovida por Peter Singer, cuya visión neo-bienestarista se deriva directamente de Bentham. Por lo tanto, no importa moralmente que nosotros usamos animales, sino únicamente cómo los usamos. El tema moral no es el uso sino el tratamiento.

Agreguen a esto que la mayoría de los bienestaristas son utilitaristas —afirman que lo que es correcto o incorrecto está determinado por lo que maximiza el placer o la felicidad o la satisfacción de los intereses para todos aquellos afectados— y terminarán con que, dado que un animal no sufre demasiado y dado que el animal no tiene interés en su propia vida, el haber vivido una vida razonablemente placentera y terminado en los platos de los humanos es mejor que no haber tenido una vida en absoluto. Si les damos a los animales una vida razonablemente placentera y una muerte relativamente indolora, les conferimos, de hecho, un beneficio, al traerlos a la existencia y usarlos como nuestros recursos.

Por lo tanto, es entendible que, si uno es un bienestarista, uno no acepta la analogía de la esclavitud. Para un bienestarista, la esclavitud “feliz” no sólo no es un problema; es algo bueno.

El problema con la esclavitud humana es que incluso las formas “humanitarias” de esclavitud violan los derechos humanos fundamentales en continuar existiendo, la autonomía, etc. Pero si los animales no tienen esos intereses, entonces la esclavitud 'humanitaria' puede ser justo lo que se necesita. Y eso es precisamente el pensamiento que motiva el movimiento de la carne/productos animales “felices” y toda la empresa bienestarista de tratar de que el uso de los animales sea más 'humanitario', más 'compasivo'.

Argumenté que este tipo de pensamiento es problemático al menos en dos aspectos:

Primero; la noción de que los animales no humanos no tienen interés en continuar viviendo —que no tienen interés en sus vidas— implica apoyarse en un concepto especista, cual es el de qué tipo de auto-consciencia importa moralmente. Argumenté que todo ser sintiente tiene necesariamente interés en continuar viviendo —todo ser sintiente valora su propia vida— y que decir que sólo aquellos animales [animales humanos] que tienen un particular tipo de auto-consciencia tienen interés en no ser tratados como mercancías evade la cuestión moral fundamental.

Incluso si, como algunos afirman, los animales no humanos viven en un 'eterno presente' —y pienso que empíricamente no es el caso, al menos para la mayoría de los no humanos que rutinariamente explotamos, los que tienen memoria del pasado y sentido del futuro—, ellos tienen, en cada momento, interés en continuar existiendo. Decir que eso no cuenta moralmente es simplemente especista.

Segundo; incluso si los animales no tienen interés en continuar viviendo y sólo tienen interés en no sufrir, la idea de que, como cuestión práctica, nosotros nunca seremos capaces de acordar a esos intereses el peso moral requerido es simplemente una fantasía. La idea de que los propietarios van a darle alguna clase de peso significativo a los intereses de la propiedad en no sufrir es implemente poco realista. ¿Es posible en teoría? Sí, ¿Es posible en la práctica en el mundo real? Absolutamente no.

Los bienestaristas con frecuencia hablan de tratar a los “animales de granja” de la manera en que tratamos a los perros y gatos que amamos y consideramos como miembros de nuestra familia. ¿Alguien realmente piensa que esto es posible en la práctica? El hecho de que no pensaríamos en comer nuestros perros y gatos es cierto indicio de que no es posible.

Más aún, una tesis central de mi trabajo ha sido que, debido a que los animales son propiedad —son mercancías— nosotros generalmente protegemos los intereses de los animales sólo cuando obtenemos un beneficio económico al hacerlo.

Esto significa que la norma de bienestar animal siempre será de un nivel muy bajo —como es actualmente y a pesar de todo el sinsentido de la explotación “feliz” y “compasiva”— y que las reformas bienestaristas generalmente incrementarán la eficiencia de la productividad; esto es, protegeremos los intereses de los animales en situaciones donde el tratamiento es económicamente ineficiente, y las reformas de bienestar —en la mayoría de las veces— no harán nada más que corregir aquellas ineficiencias.

Por ejemplo, el uso de las celdas de gestación para las cerdas es económicamente ineficiente; supuestamente, hay alternativas más “humanitarias” que, de hecho, incrementan la eficiencia de la producción. Similarmente, el gaseo de los pollos es económicamente más eficiente que el aturdimiento eléctrico.

Así que entiendo porqué los bienestaristas tienen problemas con la analogía de la esclavitud. Pienso que están equivocados en múltiples aspectos pero que ellos nunca se involucran realmente en los argumentos. En vez de eso, afirman que soy “divisivo” y “que no me importa el sufrimiento de los animales ahora” porque hago esos argumentos. Algunos incluso se vuelven más drásticos.

El paradigma de los derechos que, como yo lo interpreto, requiere moralmente de la abolición de la explotación animal y del veganismo como una cuestión de justicia fundamental, es radicalmente diferente del paradigma bienestarista, el cual, en teoría, se centra en reducir el sufrimiento y, en realidad, se centra en arreglar los márgenes económicamente ineficientes de la explotación animal.

En ciencias, aquellos que suscriben a un paradigma, con frecuencia son incapaces de entender e involucrarse con aquellos que suscriben otro paradigma, precisamente porque el lenguaje teórico que ellos usan es incompatible.

Opino que la situación es similar en el contexto del debate entre derechos animales y bienestar animal. Y ésta es la razón por la cual los bienestaristas simplemente no pueden entender o aceptar la analogía de la esclavitud.

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Si no son veganos, por favor consideren hacerse veganos. Es una cuestión de no violencia. Ser vegano es la manera en que rechazan la violencia contra otros seres sintientes, contra ustedes y contra el medio ambiente, del cual dependen todos los seres sintientes.


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