29 de diciembre de 2010

La necesidad de la teoría



Muchos activistas parecen pensar que no necesitamos ninguna teoría. Sólo necesitamos actuar “por los animales”; y ya nos podremos preocupar por la teoría más adelante.

Este punto de vista está equivocado al menos en dos aspectos.

Primero, si no tenemos una teoría, ¿cómo vamos a elegir qué cosas deberíamos promover? Si quiero hacer algo hoy para ayudar a los animales, y no tengo una teoría, como la relativa a la condición moral de los animales y qué cosas debo hacer, ¿cómo voy a elegir lo que voy a hacer?

Si quiero pasar la tarde charlando con un grupo de personas respecto de la explotación animal, y no tengo una teoría, ¿cómo elegiré de qué hablar? ¿Cómo voy a elegir si argumentar que ellos no deben consumir ningún producto animal o que ellos deben consumir productos animales supuestamente “felices”?

La respuesta es muy clara: no podemos hacer una elección inteligente o informada si no tenemos ninguna teoría que guíe nuestra elección. Antes de hablar con la gente; antes de decidir qué activismo voy a seguir, tengo que tener en claro si la posición moral correcta es que debemos consumir huevos provenientes de gallinas “libres de jaulas”, o si es que no debemos consumir huevos en absoluto; tengo que tener en claro si la posición moral correcta es comer pollos que han sido gaseados en vez de electrocutados, o si es no comer pollo en absoluto.

Es interesante que la mayoría de aquéllos que afirman que ahora mismo no necesitamos una teoría para actuar “por los animales”, de hecho tienen una teoría: adoptan la teoría de que el tema no es que usamos a los animales no humanos sino cómo los usamos; de que es aceptable utilizar animales no humanos siempre y cuando los utilicemos de manera “humanitaria”. Así que estas personas afirman que no deberíamos molestarnos a nosotros mismos con las abstracciones de la teoría; simplemente deberíamos salir y promover los huevos provenientes de gallinas “libres de jaula” o pollos gaseados o lo que sea.

Pero su posición está fundamentada en una teoría.

Y esto me lleva a mi segundo punto.

A veces, algunas ideas son tan inherentes a nuestra cultura que ni siquiera somos conscientes de hasta qué punto modelan nuestra percepción de la realidad. Una de esas ideas es que los hombres son, como grupo, más valiosos que las mujeres y que las mujeres son más valiosas por su apariencia como proveedoras de servicios sexuales que por sus capacidades. Esta idea está tan arraigada a nuestra cultura, que muchos de nosotros ni siquiera somos conscientes de ella; vemos como “normal” el modo en que se representa a las mujeres culturalmente y no vemos esa representación como algo que refuerza el patriarcado.

Otra idea semejante es que a los animales no les importa si los utilizamos, sino que sólo les importa cómo los tratamos. Esa es una idea cuyo origen podemos rastrear históricamente en la misma fundación de la posición del bienestarismo animal que domina nuestro pensamiento acerca de la relación humano/nohumano, tal como el patriarcado domina nuestras ideas respecto del valor de las mujeres.

En el siglo XIX, los reformadores sociales progresistas tales como Jeremy Bentham, argumentaron que debíamos incluir a los animales no humanos en nuestra comunidad moral porque, aún cuando eran diferentes a los humanos en varios aspectos, ellos podían sufrir, al igual que los humanos, y que esto era suficiente para cimentar nuestras obligaciones morales hacia los animales. De acuerdo a Bentham, aunque un caballo adulto o un perro es más racional y más capaz de comunicarse que un niño-a humano, “la cuestión no es, ¿pueden razonar?, ni ¿pueden hablar? sino, ¿pueden sufrir?”. Pero esto no significaba que no podíamos utilizarlos y matarlos para propósitos humanos siempre y cuando los tratáramos bien. De acuerdo a Bentham, los animales no humanos viven en el presente y no son conscientes de lo que pierden cuando tomamos sus vidas. Si los matamos y comemos, “nosotros nos sentimos mejor por ello, y ellos no se sienten nunca peor. No tienen ninguna de esas prolongadas expectativas de desgracias futuras que nosotros tenemos.”

Si, como Bentham sostiene aparentemente, los animales no tienen, como cuestión de hecho, interés en continuar viviendo, y la muerte no es un daño para ellos, entonces nuestra matanza de animales no sería per se un problema moral siempre que tratemos y matemos a los animales “humanitariamente.”

Y eso es exactamente lo que la mayoría de nosotros piensa respecto de la cuestión del uso de los animales no humanos. El punto de vista de Bentham es explícitamente promovido por Peter Singer, e incluso el teórico partidario de los derechos Tom Regan sostiene que la muerte es un daño mayor para los humanos que para los no-humanos porque los últimos tienen menos oportunidades de satisfacción que las que tienen los primeros.

Sugiero que este punto de vista —que nuestro uso de los animales no humanos es aceptable moralmente si es “humanitario”— de una forma o de otra es asumido casi por cualquiera. Esto es, incluso aquellas personas que jamás han oído hablar de Jeremy Bentham o Peter Singer caen en esta visión teórica que está tan asumida que ninguno siquiera reconoce cuánto modela nuestra visión de la relación humano-animal.

Y, como el sexismo tan presente en nuestra cultura, es erróneo.

La postura teórica de que los animales no humanos no tienen interés en sus vidas, y de que no les importa si los usamos o matamos siempre que los hagamos “humanitariamente”, está basada en la noción de que tener interés en continuar viviendo requiere de un sentido de auto-consciencia que asociamos con los humanos normales.

Y como discuto en mi último libro, The Animal Rights Debate: Abolition or Regulation? y también en Introducción a los Derechos Animales, y en este blog, ésa es una posición especista, en el sentido en que privilegia arbitrariamente la auto-consciencia parecida a la humana.

Este punto de vista teórico respecto del menor valor de la vida animal es un gran problema teórico que está siempre presente. Nos guste la teoría o no, necesitamos asumir una teoría antes de emprender nuestro activismo. Si concordamos con Bentham y Singer y con la teoría dominante del bienestarismo animal, entonces promoveremos la reforma bienestarista; promoveremos los huevos provenientes de gallinas “libres de jaula”; promoveremos el consumo de pollos que han sido gaseados en vez de electrocutados; apoyaremos las etiquetas de la “carne/lácteos “felices”; promovemos el “flexitarianismo” y consideraremos al veganismo simplemente como un medio de reducir el sufrimiento.

Pero si no apoyamos este punto de vista, y si, en cambio, consideramos a todos los seres sintientes con igual valor para el propósito de no ser usados como un recurso, entonces promoveremos el veganismo como una base moral innegociable.

Y no podemos afirmar que aceptamos la igualdad pero apoyamos la reforma bienestarista por el hecho de que la gente va a seguir de todos modos consumiendo animales. Dejando de lado que si realmente creemos en la igualdad, promover la reforma bienestarista es similar a promover la esclavitud o la pedofilia “humanitaria”, el bienestar animal no funciona como cuestión de hecho. Los animales son mercancías; ellos son una propiedad. Cuesta dinero proteger sus intereses y el más “humanitario” de los tratos nunca llegará por encima del nivel que sería caracterizado como tortura si se tratara de seres humanos.

Como sea que lo intenten, no podrán evitar la teoría. Sólo pueden elegir una teoría de igualdad o elegir aceptar la teoría dominante del bienestar, que asume que la vida animal no humana es de menor valor moral.

Pero deben hacer una elección y su activismo necesariamente estará fundamentado por la elección que hagan.

Si no son veganos, háganse veganos. Es fácil; es mejor para su salud y para el planeta. Pero, lo más importante, es lo moralmente correcto para hacer.


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