9 de abril de 2009

Algunos comentarios acerca de la editorial de Kristof a favor de la “carne feliz”




El New York Times de hoy publicó una editorial de Nicholas D. Kristof. La editorial era una oda al bienestar animal y al supuesto progreso ético que evidenciarían las reformas bienestaristas.

Perdónenme por no compartir el entusiasmo de Mr. Kristof.

En vez de responder punto por punto, me voy a limitar a tres comentarios generales.

Primero, los ejemplos que Kristof señala que serían los mejores candidatos en un concurso para identificar las reformas bienestaristas más útiles de la historia moderna. Estos incluyen la Proposición 2 de California, la Directiva de la Comisión Europea de las jaulas en batería, y la perversa alianza entre grupos animalistas y Burger King. Escribí acerca de todas estas reformas previamente y argumenté que no harán nada para ayudar a los animales.

Segundo, citando esas diferentes reformas relacionadas con la “carne feliz”, Kristof afirma:
«Durante la mayor parte de la historia, todo esto habría sido inimaginable incluso para las personas de la más refinada sensibilidad ética —admitido es que por muchos siglos, esos refinados académicos no se sentían incomodados por la esclavitud.»
Es una declaración sorprendente. El señor Kristof parece no saber que el jainismo, una de las tres tradiciones religiosas de la India y, podría decirse, una de las más antiguas tradiciones espirituales del mundo, ha sostenido, por muchos milenios, que los animales no humanos tienen valor moral inherente. Los jainistas sostienen que la observación del principio de Ahimsa, o de la no-violencia, requiere que ellos sean vegetarianos y no coman carne, peces, o huevos, y los jainistas están adoptando cada vez más la posición del veganismo. El Budismo y el hinduismo también tienen una fuerte tradición de vegetarianismo. Entonces, a pesar de las felicitaciones que Kristof da a los bienestaristas occidentales, los de más “refinada sensibilidad ética” ya habían ido, hace siglos, más allá de esos desarrollos contemporáneos supuestamente progresistas.

Mr. Kristof no es tampoco consciente, aparentemente, de que en la civilización occidental el bienestar animal no es nada nuevo. Hemos tenido al bienestar animal como paradigma moral y legal dominante desde hace 200 años y, al presente, estamos explotando más animales, en modos más espantosos, que en ninguna otra época de la historia humana. Es bastante simple: el bienestar animal no funciona. Las regulaciones del bienestar animal proveen muy poca protección a los intereses de los animales. Esto es porque los animales son propiedad; son mercancías. Cuesta dinero proteger a los intereses de los animales y, generalmente, sólo protegemos esos intereses cuando hacerlo nos trae beneficios económicos. Por lo tanto, exigiremos que los animales grandes sean aturdidos antes de ser matados, para poder reducir los perjuicios ocasionados en las carcasas y para limitar las heridas que puedan sufrir los empleados del matadero. Pero si no obtenemos un beneficio económico a partir de la protección de un interés del animal, no protegeremos ese interés. Es así de simple, y hay que buscar en todas partes con muchísima atención para poder encontrar un sólo contra-ejemplo significativo.

El bienestar animal se apoya en la noción de que es aceptable el uso de animales para propósitos humanos porque ellos tienen menor valor moral que los humanos. Esta noción está reflejada en la teoría de Peter Singer, que Kristof presenta con aprobación en la editorial. La principal exigencia del bienestar animal es que acordemos a los animales alguna consideración a su interés en no sufrir. Pero, dada la visión de que la vida animal tiene poca o ninguna importancia moral, no debería sorprender que el grado de esa consideración sea mínimo.

Tercero, a pesar de las intenciones obviamente buenas del señor Kristof, se le escapa el punto básico de que las reformas de la “carne feliz” que él elogia con entusiasmo, sólo hacen que el público se sienta mejor en cuanto a la explotación animal, y prosigan consumiendo productos animales. Por ejemplo, incluso si la Proposición 2 de California entra en vigencia en el 2015, los animales en California continuarán siendo torturados; la única diferencia será que la tortura llevará la etiqueta de aprobación de la Humane Society of the United Status, Farm Sanctuary, y otras corporaciones de bienestar animal que promovieron la Proposición 2.

El señor Kristof prueba mi argumento. En la penúltima oración de su editorial dice: “Por mi parte, como carne, pero preferiría que esta práctica no infligiera sufrimiento injustificado.”

Esto lo dice todo.


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