28 de diciembre de 2006

Animales como Propiedad y la Analogía con la Violación: Una Posdata




Desde que publiqué "Veganismo: El principio fundamental del movimiento abolicionista" he recibido un número de correos de parte de personas que encuentran el análisis útil para su reflexión sobre este tema. Un número de personas ha hecho preguntas que, aunque diferentes en sus aspectos particulares, focalizan generalmente en dos temas: la condición de los animales como propiedad y la analogía de la violación.

Presento lo que sigue para tratar estas dos cuestiones en general:

  • Animales como Propiedad

Primero, algunas personas me han pedido que explique en detalle el punto sobre el fracaso del bienestar animal debido a que los animales son propiedad.

Este es un tema acerca del cual escribí mucho. Un buen lugar para empezar a aprender acerca de este problema es la presentación Animales como Propiedad.


En extremadamente pocas palabras: los animales son propiedad; son mercancías con valor económico. Debido a que los animales son propiedad, son considerados exclusivamente como medios para nuestros fines. Los animales no tienen valor inherente; sólo tienen valor extrínseco o condicional, que sólo llega hasta donde nosotros se lo demos. En lo que a la ley concierne, los animales no humanos no son diferentes de cualquiera de las otras cosas que nosotros poseemos.


Hay, por supuesto, una diferencia de hecho entre la propiedad animal y otras clases de propiedad, en que a diferencia de nuestros autos, los iPods, etc., los animales no humanos son sintientes. Tienen conciencia subjetiva. Tienen intereses. Hay cosas que los no-humanos quieren, desean, o prefieren en particular, ellos tiene un interés en no sufrir, no experimentar dolor, y continuar viviendo. De este modo importante, la propiedad animal es diferente de cada otra clase de propiedad. Una vaca es un ser sintiente, el cual es subjetivamente consciente y puede sufrir; un iPod no es un ser sintiente y no tiene ninguna conciencia subjetiva. No hay nada que un iPod quiera, desee, o prefiera.


El problema es que cuesta dinero dar protección a los intereses animales. En su mayor parte, protegemos sólo aquellos intereses animales de cuya protección obtenemos una ventaja económica.


Por ejemplo, la matanza de vacas, particularmente a escala comercial, implica necesariamente dolor y sufrimiento. Exigimos que las vacas estén inconscientes mediante el aturdimiento eléctrico antes de ser matadas —a menos que las vacas se estén matando de acuerdo con el procedimientos kosher o halal—  porque aun cuando el aturdimiento cuesta dinero, el gasto se justifica. Los animales que son aturdidos se mueven menos durante el proceso de matanza y esto reduce las lesiones a los trabajadores y el daño al cadáver, permitiendo así que la carne sea vendida por más dinero.


Las vacas tienen muchos otros intereses además de aquéllos que tienen en el momento previo a que atravesemos un cuchillo en sus gargantas y muchos de esos otros intereses implican dolor y sufrimiento. Pero no protegemos esos intereses porque no estaría justificado económicamente. Proteger estos otros intereses costaría dinero, y este costo tendría que ser trasladado, por lo menos en parte considerable, al consumidor. Aunque la mayoría de la gente tiene cierta vaga sensación de que los animales deberían ser tratados “humanamente,” la realidad es que la mayoría de la gente come animales y productos animales y si se preocupara mucho sobre este tema, no consumiría animales en primer lugar. En otras palabras, la mayoría de la gente no está dispuesta a “comprar” más protección.


Por lo tanto, el nivel de bienestar animal permanece bajo y sujeto a la condición de los animales como mercancías con un valor económico. Como cuestión general, una sociedad que come a los animales no humanos —una práctica que no se puede justificar por cualquier otra cosa que no sea el placer o la conveniencia humana—, no puede esperar “comprar” mucha protección para esos animales dado que cuesta dinero hacerlo, y cualquier aumento significativo en la protección daría lugar a que los productos animales se tornaran considerablemente más costosos.


Esta noción de que los animales son mercancías, podemos verla reflejada en las leyes de bienestar animal y en las campañas bienestaristas de las organizaciones animalistas.


Las leyes de bienestar animal prohíben infligir sufrimiento “innecesario”, pero esta regla históricamente ha estado ligada a lo que la industria considera como sufrimiento 'necesario'. Y la industria generalmente protege los intereses animales hasta el punto en que el costo está justificado. ¿Por qué la ley mira hacia las reglas de la industria? Hay varias razones. Una razón es que nosotros asumimos que la gente que cría no humanos para matarlos no infligirá dolor y sufrimiento en su propiedad animal por ninguna buena razón, porque hacerlo daría lugar a una disminución del valor de su propiedad animal. Otra razón es que muchas leyes de bienestar animal son leyes penales [Ej., los estatutos anticrueldad] y nosotros debemos dar el aviso a la gente de cuál es la conducta prohibida. Las reglas de la industria proporcionan tal aviso.


Si miran a la mayoría de las campañas de bienestar animal, verán que, en su mayor parte, vinculan la protección de los intereses animales con preocupaciones económicas. Den una mirada a mi blog sobre la campaña en EEUU. respecto a los cajones de gestación para los cerdos. Este blog discute cómo las alternativas al cajón de gestación son promovidas como medidas que hacen la producción más rentable.

El vínculo entre las normas del bienestar animal y los beneficios económicos para los seres humanos está expresado explícitamente por los expertos del bienestar animal. Consideren algunos comentarios de Temple Grandin, diseñadora de mataderos y consultora de la industria de la carne, declarada por PeTA como 'visionaria' por su trabajo en el diseño de mataderos. PeTA describe a Grandin como 'la experta líder del mundo en el bienestar del ganado vacuno y de los cerdos.' Según Grandin:

«Una vez que el ganado —vacuno, cerdos y ovejas— llega a las plantas de embalaje, procedimientos de manejo adecuados son no sólo importantes para el bienestar del animal, ellos también pueden significar la diferencia entre ganancia y pérdida. La investigación demuestra claramente que muchas ventajas en la calidad de la carne pueden obtenerse con el manejo animal cuidadoso, tranquilo. . . Animales manejados apropiadamente son no sólo una meta ética importante, ellos también mantienen a la industria de la carne funcionando en forma segura, eficiente y lucrativa.” [véase la fuente] "Aturdir correctamente a un animal proporcionará una mejor calidad de carne. El aturdimiento eléctrico incorrecto causará hematomas en la carne y fracturas de hueso. Las buenas prácticas de aturdimiento también se requieren de modo que una planta esté de conformidad con la Ley de Matanza Humanitaria y para el bienestar animal. Cuando el aturdimiento se hace correctamente, el animal no siente ningún dolor y deviene instantáneamente inconsciente. Un animal que se aturde correctamente producirá un cuerpo inmóvil, lo cual es seguro para los trabajadores de la planta que trabajan sobre el mismo” [véase la fuente]

“Un diseño bondadoso en instalaciones bien diseñadas reducirá al mínimo los niveles de stress, mejorará la eficacia y mantendrá una buena calidad de carne. Un manejo rudo o equipos pobremente diseñados, es perjudicial tanto para el bienestar animal como para la calidad de la carne.”» [véase la fuente]

El hecho de que PeTA considera a Grandin como una 'visionaria' es una razón obligatoria, entre muchas otras, por la que ningún defensor que tome en serio la abolición, tomaría a PeTA seriamente.

Hemos tenido bienestar animal por cerca de 200 años y estamos utilizando más no humanos de las maneras más terribles que en cualquier otro momento de la historia humana. Esto no es una cuestión académica o teórica. El hecho evidente es que el bienestar animal no funciona. Hasta el punto de que las medidas del bienestar animal de las que resulta una reducción del dolor y del sufrimiento, en general ocurre solamente porque nos beneficia económicamente proteger algunos intereses no humanos. Y ese nivel mínimo de protección es la única cosa que tenemos para mostrar, por todo el tiempo, la energía, y el dinero que generaciones de defensores de animales han invertido desde el siglo XIX. No tiene sentido alguno continuar persiguiendo la regulación delbienestar animal si abrazan una ética abolicionista.


En su mayor parte, el bienestar animal sirve poco más que para hacernos sentir que somos “humanos” y “civilizados.” Nosotros nos sentimos mejor cuando nos sentamos a comer animales porque hay reglas que requieren el tratamiento “humanitario” de los animales. Esto tiene todo que ver con nuestra comodidad y no tiene nada que ver con el bienestar los animales no humanos que explotamos.


Si desean entender más sobre el tema de la propiedad, den un vistazo a la presentación de mi sitio web en “Animales como Propiedad“.

  • La analogía de la violación

En segundo lugar, la gente me ha pedido que profundice sobre la analogía de la violación. En el blog argumento que es “mejor” que un violador no golpee a una víctima además de violar a la víctima, pero esto no significa que la violación que no vaya además acompañada de una paliza, sea un acto moralmente aceptable, o que debemos dar al violador un premio por ser moralmente un “violador consciente”, o declarar al mismo como un “violador visionario.” Utilizo este ejemplo para ayudar a explicar porqué encuentro perturbador que al menos algunos defensores prominentes adulen y elogien a gente como John Mackey de Whole Foods, o Temple Grandin. Festejar lo que hacen estas personas no difiere de dar premios a violadores que no golpean a sus víctimas. Los abolicionistas quieren abolir el uso de los animales no humanos, así que es problemático apoyar medidas que promueven la noción de que la explotación animal es aceptable debido a que son empleados ciertos “dispositivos de seguridad”.

Ya comenté acerca de Grandin arriba. Déjenme decir algo acerca de Mackey. Singer, Rean, PeTA, y otros están todos terriblemente entusiasmados acerca de Mackey debido a que supuestamente es un vegano que está comprometido con “normas estrictas” de bienestar animal. Dejen de lado si estas supuestas “normas estrictas” harán alguna diferencia real para los animales esclavizados o si sólo son una medida sin importancia.

Hay una seria cuestión acerca de qué es peor: un vegano que dice creer que es moralmente malo consumir carne, leche, y huevos pero que vende estos productos con el fin de hacer dinero; o el comedor de carne, bebedor de leche de una cadena ordinaria de supermercados que no piensa acerca del tema. Al menos el último no es un hipócrita. Pero dar al primero cualquier premio, o —como Tom Regan hizo— tenerlo como el ponente principal en una conferencia acerca de “personas ejemplares que se atreven ejemplarmente a desafiar el status quo y a levantar la causa de los oprimidos” es, en mi opinión, nada menos que obsceno.


El propósito de la analogía de la violación es ayudar a delinear una distinción entre dos ideas diferentes:
1. La idea de que si vamos a infligir daño, siempre es mejor infligir menos que más; y 
2. La idea de que infligiendo menos daño, hacemos algo que es moralmente loable que debe ser promovido como una acción moralmente positiva.
Estas son ideas muy diferentes y es por lo que la analogía fue elegida para demostrarlo.

Podemos fácilmente pensar en variantes sobre este tema. Si X es un pederasta, es mejor que moleste a cinco chicos en vez de que moleste a diez chicos. Pero esto no significa que el pederasta que sólo molesta a cinco chicos es moralmente un “pederasta consciente” o un “pederasta visionario”. Es mejorno torturar a tu víctima antes de matarla, pero no torturarla no te hace moralmente un “asesino consciente” o un “asesino visionario.” La lista está limitada sólo por la escala de actos violentos e inmorales que hay.

El error de Singer, Regan, PeTA, y otros, es que ellos confunden la idea de que es mejor infligir menos daño que más, con la muy diferente postura de que infligir menos daño convierte moralmente a la persona que inflige ese daño en un “provocador consciente de daño”.


Es crucial que no confundamos estas dos muy diferentes ideas. Si un grupo de derechos de las mujeres diera un premio al violador que no golpea a sus víctimas, o una organización de derechos de los niños diera un premio a un pedófilo que molesta a cinco chicos en vez de diez, o una organización de derechos de las víctimas diera un premio a un asesino en serie porque no tortura, también, a sus víctimas, estaríamos muy acertadamente horrorizados y no consideraríamos ni por un segundo apoyar a esas organizaciones.


Si realmente pensamos que la explotación de los no-humanos es pertinentemente similar a la explotación de los humanos, entonces no deberíamos considerar como una cuestión más aceptable el dar un premio a alguien que explota a no-humanos “humanitariamente” que el darle un premio a un violador, pedófilo o asesino “humanitario”. Tratar estas situaciones como diferentes podría ser flagrantemente especista.


Si el movimiento animalista puede tener cualquier esperanza real de cambiar el modo en que los humanos pensamos acerca de la explotación animal, necesitamos ser muy claros: Aunque infligir menos daño es siempre algo mejor de hacer que infligir más daño, no tenemos justificación moral para infligir ningún daño y no tenemos que dedicarnos a dar premios, elogiando o promocionando a aquéllos cuyo negocio es vender partes de animales producidas “humanitariamente”, o asegurar que la propiedad animal sea explotada eficientemente, de manera que —en palabras de la visionaria de PeTA Temple Grandin—, mantengamos “la industria de la carne funcionando en forma segura, eficiente y lucrativa.”



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