28 de diciembre de 2006

Animales como Propiedad y la Analogía con la Violación: Una Posdata




Desde que publiqué "Veganismo: El principio fundamental del movimiento abolicionista" he recibido un número de correos de parte de personas que encuentran el análisis útil para su reflexión sobre este tema. Un número de personas ha hecho preguntas que, aunque diferentes en sus aspectos particulares, focalizan generalmente en dos temas: la condición de los animales como propiedad y la analogía de la violación.

Presento lo que sigue para tratar estas dos cuestiones en general:

  • Animales como Propiedad

Primero, algunas personas me han pedido que explique en detalle el punto sobre el fracaso del bienestar animal debido a que los animales son propiedad.

Este es un tema acerca del cual escribí mucho. Un buen lugar para empezar a aprender acerca de este problema es la presentación Animales como Propiedad.


En extremadamente pocas palabras: los animales son propiedad; son mercancías con valor económico. Debido a que los animales son propiedad, son considerados exclusivamente como medios para nuestros fines. Los animales no tienen valor inherente; sólo tienen valor extrínseco o condicional, que sólo llega hasta donde nosotros se lo demos. En lo que a la ley concierne, los animales no humanos no son diferentes de cualquiera de las otras cosas que nosotros poseemos.


Hay, por supuesto, una diferencia de hecho entre la propiedad animal y otras clases de propiedad, en que a diferencia de nuestros autos, los iPods, etc., los animales no humanos son sintientes. Tienen conciencia subjetiva. Tienen intereses. Hay cosas que los no-humanos quieren, desean, o prefieren en particular, ellos tiene un interés en no sufrir, no experimentar dolor, y continuar viviendo. De este modo importante, la propiedad animal es diferente de cada otra clase de propiedad. Una vaca es un ser sintiente, el cual es subjetivamente consciente y puede sufrir; un iPod no es un ser sintiente y no tiene ninguna conciencia subjetiva. No hay nada que un iPod quiera, desee, o prefiera.


El problema es que cuesta dinero dar protección a los intereses animales. En su mayor parte, protegemos sólo aquellos intereses animales de cuya protección obtenemos una ventaja económica.


Por ejemplo, la matanza de vacas, particularmente a escala comercial, implica necesariamente dolor y sufrimiento. Exigimos que las vacas estén inconscientes mediante el aturdimiento eléctrico antes de ser matadas —a menos que las vacas se estén matando de acuerdo con el procedimientos kosher o halal—  porque aun cuando el aturdimiento cuesta dinero, el gasto se justifica. Los animales que son aturdidos se mueven menos durante el proceso de matanza y esto reduce las lesiones a los trabajadores y el daño al cadáver, permitiendo así que la carne sea vendida por más dinero.


Las vacas tienen muchos otros intereses además de aquéllos que tienen en el momento previo a que atravesemos un cuchillo en sus gargantas y muchos de esos otros intereses implican dolor y sufrimiento. Pero no protegemos esos intereses porque no estaría justificado económicamente. Proteger estos otros intereses costaría dinero, y este costo tendría que ser trasladado, por lo menos en parte considerable, al consumidor. Aunque la mayoría de la gente tiene cierta vaga sensación de que los animales deberían ser tratados “humanamente,” la realidad es que la mayoría de la gente come animales y productos animales y si se preocupara mucho sobre este tema, no consumiría animales en primer lugar. En otras palabras, la mayoría de la gente no está dispuesta a “comprar” más protección.


Por lo tanto, el nivel de bienestar animal permanece bajo y sujeto a la condición de los animales como mercancías con un valor económico. Como cuestión general, una sociedad que come a los animales no humanos —una práctica que no se puede justificar por cualquier otra cosa que no sea el placer o la conveniencia humana—, no puede esperar “comprar” mucha protección para esos animales dado que cuesta dinero hacerlo, y cualquier aumento significativo en la protección daría lugar a que los productos animales se tornaran considerablemente más costosos.


Esta noción de que los animales son mercancías, podemos verla reflejada en las leyes de bienestar animal y en las campañas bienestaristas de las organizaciones animalistas.


Las leyes de bienestar animal prohíben infligir sufrimiento “innecesario”, pero esta regla históricamente ha estado ligada a lo que la industria considera como sufrimiento 'necesario'. Y la industria generalmente protege los intereses animales hasta el punto en que el costo está justificado. ¿Por qué la ley mira hacia las reglas de la industria? Hay varias razones. Una razón es que nosotros asumimos que la gente que cría no humanos para matarlos no infligirá dolor y sufrimiento en su propiedad animal por ninguna buena razón, porque hacerlo daría lugar a una disminución del valor de su propiedad animal. Otra razón es que muchas leyes de bienestar animal son leyes penales [Ej., los estatutos anticrueldad] y nosotros debemos dar el aviso a la gente de cuál es la conducta prohibida. Las reglas de la industria proporcionan tal aviso.


Si miran a la mayoría de las campañas de bienestar animal, verán que, en su mayor parte, vinculan la protección de los intereses animales con preocupaciones económicas. Den una mirada a mi blog sobre la campaña en EEUU. respecto a los cajones de gestación para los cerdos. Este blog discute cómo las alternativas al cajón de gestación son promovidas como medidas que hacen la producción más rentable.

El vínculo entre las normas del bienestar animal y los beneficios económicos para los seres humanos está expresado explícitamente por los expertos del bienestar animal. Consideren algunos comentarios de Temple Grandin, diseñadora de mataderos y consultora de la industria de la carne, declarada por PeTA como 'visionaria' por su trabajo en el diseño de mataderos. PeTA describe a Grandin como 'la experta líder del mundo en el bienestar del ganado vacuno y de los cerdos.' Según Grandin:

«Una vez que el ganado —vacuno, cerdos y ovejas— llega a las plantas de embalaje, procedimientos de manejo adecuados son no sólo importantes para el bienestar del animal, ellos también pueden significar la diferencia entre ganancia y pérdida. La investigación demuestra claramente que muchas ventajas en la calidad de la carne pueden obtenerse con el manejo animal cuidadoso, tranquilo. . . Animales manejados apropiadamente son no sólo una meta ética importante, ellos también mantienen a la industria de la carne funcionando en forma segura, eficiente y lucrativa.” [véase la fuente] "Aturdir correctamente a un animal proporcionará una mejor calidad de carne. El aturdimiento eléctrico incorrecto causará hematomas en la carne y fracturas de hueso. Las buenas prácticas de aturdimiento también se requieren de modo que una planta esté de conformidad con la Ley de Matanza Humanitaria y para el bienestar animal. Cuando el aturdimiento se hace correctamente, el animal no siente ningún dolor y deviene instantáneamente inconsciente. Un animal que se aturde correctamente producirá un cuerpo inmóvil, lo cual es seguro para los trabajadores de la planta que trabajan sobre el mismo” [véase la fuente]

“Un diseño bondadoso en instalaciones bien diseñadas reducirá al mínimo los niveles de stress, mejorará la eficacia y mantendrá una buena calidad de carne. Un manejo rudo o equipos pobremente diseñados, es perjudicial tanto para el bienestar animal como para la calidad de la carne.”» [véase la fuente]

El hecho de que PeTA considera a Grandin como una 'visionaria' es una razón obligatoria, entre muchas otras, por la que ningún defensor que tome en serio la abolición, tomaría a PeTA seriamente.

Hemos tenido bienestar animal por cerca de 200 años y estamos utilizando más no humanos de las maneras más terribles que en cualquier otro momento de la historia humana. Esto no es una cuestión académica o teórica. El hecho evidente es que el bienestar animal no funciona. Hasta el punto de que las medidas del bienestar animal de las que resulta una reducción del dolor y del sufrimiento, en general ocurre solamente porque nos beneficia económicamente proteger algunos intereses no humanos. Y ese nivel mínimo de protección es la única cosa que tenemos para mostrar, por todo el tiempo, la energía, y el dinero que generaciones de defensores de animales han invertido desde el siglo XIX. No tiene sentido alguno continuar persiguiendo la regulación delbienestar animal si abrazan una ética abolicionista.


En su mayor parte, el bienestar animal sirve poco más que para hacernos sentir que somos “humanos” y “civilizados.” Nosotros nos sentimos mejor cuando nos sentamos a comer animales porque hay reglas que requieren el tratamiento “humanitario” de los animales. Esto tiene todo que ver con nuestra comodidad y no tiene nada que ver con el bienestar los animales no humanos que explotamos.


Si desean entender más sobre el tema de la propiedad, den un vistazo a la presentación de mi sitio web en “Animales como Propiedad“.

  • La analogía de la violación

En segundo lugar, la gente me ha pedido que profundice sobre la analogía de la violación. En el blog argumento que es “mejor” que un violador no golpee a una víctima además de violar a la víctima, pero esto no significa que la violación que no vaya además acompañada de una paliza, sea un acto moralmente aceptable, o que debemos dar al violador un premio por ser moralmente un “violador consciente”, o declarar al mismo como un “violador visionario.” Utilizo este ejemplo para ayudar a explicar porqué encuentro perturbador que al menos algunos defensores prominentes adulen y elogien a gente como John Mackey de Whole Foods, o Temple Grandin. Festejar lo que hacen estas personas no difiere de dar premios a violadores que no golpean a sus víctimas. Los abolicionistas quieren abolir el uso de los animales no humanos, así que es problemático apoyar medidas que promueven la noción de que la explotación animal es aceptable debido a que son empleados ciertos “dispositivos de seguridad”.

Ya comenté acerca de Grandin arriba. Déjenme decir algo acerca de Mackey. Singer, Rean, PeTA, y otros están todos terriblemente entusiasmados acerca de Mackey debido a que supuestamente es un vegano que está comprometido con “normas estrictas” de bienestar animal. Dejen de lado si estas supuestas “normas estrictas” harán alguna diferencia real para los animales esclavizados o si sólo son una medida sin importancia.

Hay una seria cuestión acerca de qué es peor: un vegano que dice creer que es moralmente malo consumir carne, leche, y huevos pero que vende estos productos con el fin de hacer dinero; o el comedor de carne, bebedor de leche de una cadena ordinaria de supermercados que no piensa acerca del tema. Al menos el último no es un hipócrita. Pero dar al primero cualquier premio, o —como Tom Regan hizo— tenerlo como el ponente principal en una conferencia acerca de “personas ejemplares que se atreven ejemplarmente a desafiar el status quo y a levantar la causa de los oprimidos” es, en mi opinión, nada menos que obsceno.


El propósito de la analogía de la violación es ayudar a delinear una distinción entre dos ideas diferentes:
1. La idea de que si vamos a infligir daño, siempre es mejor infligir menos que más; y 
2. La idea de que infligiendo menos daño, hacemos algo que es moralmente loable que debe ser promovido como una acción moralmente positiva.
Estas son ideas muy diferentes y es por lo que la analogía fue elegida para demostrarlo.

Podemos fácilmente pensar en variantes sobre este tema. Si X es un pederasta, es mejor que moleste a cinco chicos en vez de que moleste a diez chicos. Pero esto no significa que el pederasta que sólo molesta a cinco chicos es moralmente un “pederasta consciente” o un “pederasta visionario”. Es mejorno torturar a tu víctima antes de matarla, pero no torturarla no te hace moralmente un “asesino consciente” o un “asesino visionario.” La lista está limitada sólo por la escala de actos violentos e inmorales que hay.

El error de Singer, Regan, PeTA, y otros, es que ellos confunden la idea de que es mejor infligir menos daño que más, con la muy diferente postura de que infligir menos daño convierte moralmente a la persona que inflige ese daño en un “provocador consciente de daño”.


Es crucial que no confundamos estas dos muy diferentes ideas. Si un grupo de derechos de las mujeres diera un premio al violador que no golpea a sus víctimas, o una organización de derechos de los niños diera un premio a un pedófilo que molesta a cinco chicos en vez de diez, o una organización de derechos de las víctimas diera un premio a un asesino en serie porque no tortura, también, a sus víctimas, estaríamos muy acertadamente horrorizados y no consideraríamos ni por un segundo apoyar a esas organizaciones.


Si realmente pensamos que la explotación de los no-humanos es pertinentemente similar a la explotación de los humanos, entonces no deberíamos considerar como una cuestión más aceptable el dar un premio a alguien que explota a no-humanos “humanitariamente” que el darle un premio a un violador, pedófilo o asesino “humanitario”. Tratar estas situaciones como diferentes podría ser flagrantemente especista.


Si el movimiento animalista puede tener cualquier esperanza real de cambiar el modo en que los humanos pensamos acerca de la explotación animal, necesitamos ser muy claros: Aunque infligir menos daño es siempre algo mejor de hacer que infligir más daño, no tenemos justificación moral para infligir ningún daño y no tenemos que dedicarnos a dar premios, elogiando o promocionando a aquéllos cuyo negocio es vender partes de animales producidas “humanitariamente”, o asegurar que la propiedad animal sea explotada eficientemente, de manera que —en palabras de la visionaria de PeTA Temple Grandin—, mantengamos “la industria de la carne funcionando en forma segura, eficiente y lucrativa.”



27 de diciembre de 2006

Veganismo: el principio fundamental del movimiento abolicionista



Muchos defensores del "bienestar animal" alegan que la posición de los derechos —que busca la abolición del uso de los animales no humanos— no es práctica porque rechaza el cambio gradual y no ofrece ninguna guía para lo que deberíamos hacer ahora —hoy— para ayudar a los no-humanos. Estas críticas a la posición abolicionista argumentan que no tenemos otra opción que no sea la de perseguir más regulaciones de bienestar animal, intentando así hacer la explotación animal más “humanitaria” —si queremos hacer algo “práctico” para ayudar a los animales.

La creencia de que las regulaciones de bienestar animal ofrecen protección significativa para los intereses de los animales no podría estar más errada.

Tal como argumenté en mis escritos, dado que los animales son propiedad, ellos son sólo mercancías con valor extrínseco o condicional. Sus intereses no tienen valor intrínseco. Como resultado, las normas que requieren su trato “humanitario”, son interpretadas con un sentido económico, y limitan la protección a aquello que proporciona beneficio económico a los humanos. Las supuestas mejoras en el bienestar animal hacen muy poco —si es que hacen algo— para aumentar la protección de los intereses de los animales humanos; y la mayoría de las veces, no hacen más que tornar la explotación animal económicamente más eficiente y socialmente más aceptable.


Más aún, no hay evidencia histórica de que la regulación de bienestar animal conduzca a la abolición.

Los bienestaristas también están errados en afirmar que la posición de los derechos no ofrece pasos prácticos progresivos que podamos tomar en el camino hacia la abolición. Hay una guía muy clara para el cambio progresivo: el veganismo.

El veganismo no es una mera cuestión de dieta; es un compromiso moral y político hacia la abolición en el ámbito individual y alcanza no sólo lo referente a comida, sino también la ropa, otros productos, y otras acciones y elecciones personales. Hacernos veganos es lo único que podemos hacer hoy —ahora mismo— para ayudar a los animales no humanos. No requiere una campaña onerosa, la necesidad de una gran organización, legislación, o cualquier otra cosa que no sea nuestro reconocimiento de que si derechos animales significa algo, es que no podemos justificar el consumo de carne —incluyendo a los peces— lácteos, huevos o cualquier otro producto derivado de no-humanos.

Representa un repudio a la csoficación de los no-humanos y el reconocimiento de su valor intrínseco. El veganismo también es un compromiso con la noviolencia. El movimiento por los Derechos Animales debería ser un movimiento de paz, y debería rechazar la violencia contra todos los animales no humanos y los humanos.

Muchos “defensores de los animales” se declaran a favor de los Derechos Animales pero continúan comiendo productos animales. En realidad muchos líderes del movimiento animalista no son veganos. Esto no difiere de alguien que dice estar a favor de la abolición de la esclavitud pero continúa poseyendo esclavos.

No hay ninguna diferencia significativa entre comer peces y comer lácteos u otros productos animales. Los animales explotados en la industria láctea viven más tiempo que los utilizados para carne, pero son tratados peor durante sus vidas, y terminan en el mismo matadero, después de lo cual consumimos su carne, de todas maneras. Hay probablemente más sufrimiento detrás de un vaso de leche o de un cucurucho de helado, que de un filete. Y cualquiera que piense que un huevo —incluso el llamado “campero”— no es un producto que tenga detrás un sufrimiento tan horrible como tiene la carne, no conoce mucho acerca de la industria de los huevos.

Si alguien deja de comer carne pero, como resultado, come más lácteos o huevos —como muchos vegetarianos hacen— esto puede en realidad incrementar el sufrimiento. En cualquier caso, sostener que hay distinción moral entre comer carne y comer lácteos, huevos, o consumir otros productos animales, es tan sinsentido como sostener que hay una diferencia moral entre comer vacas grandes y comer vacas pequeñas.

En vez de abrazar al veganismo como una clara base moral de referencia, el movimiento animalista adoptó, en su lugar, la noción de que podemos actuar éticamente si continuamos consumiendo productos animales.

Consideren los siguientes ejemplos, de los cuales hay muchos:
  • Peter Singer afirma que podemos ser “omnívoros conscientes” y explotar éticamente a los animales si, por ejemplo, elegimos comer animales “libres de jaulas”, quienes han sido criados y matados de una manera relativamente “humanitaria”. [The Way We Eat: Why Our Food Choices Matter, p. 81-169] Singer elogia a los proveedores de animales explotados “humanitariamente”, tales como Whole Food Markets, Inc. y a su Director General [CEO], John Mackey, como “éticamente responsable” [177-83] y describe el veganismo estricto como “fanático” [281].
  • Tom Regan tiene en el programa a Mackey, como expositor principal, en una conferencia del 2005 titulada "The Power of One",la cual focaliza en la capacidad de los individuos para hacer cambios importantes para los no humanos. Regan festeja a Mackey y Whole Foods como “una fuerza propulsora de pautas más altas de bienestar animal.”
  • PeTA dió un premio a Whole Foods en el 2004, afirmando que la compañía “ha hecho consistentemente más por el bienestar animal que cualquier comerciante en la industria, requiriendo que sus productores adhieran a normas estrictas.” PeTA también dio un premio en el 2004 a la diseñadora de mataderos Temple Grandin, declarándola –lo que es bastante notable, en mi opinión- como una “visionaria.”
  • La Humane Farm Animal Care, con sus socios de la Humane Society de los EE.UU., la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales, Animal People, la WSPA y otras, promueven el Certified Humane Raised & Handled Label, [Certificado de Cría y Manejo Humanitario] que describe como un “programa de certificación y etiquetado” para asegurar a los consumidores que un “huevo, un lácteo, un producto de carne roja o avícola ha sido producido teniendo en cuenta el bienestar de los animales de granja” si tiene esta etiqueta.
Por supuesto que siempre es mejor, en términos generales, hacer menos daño que hacer más, una vez que decidimos infligir daño. Si vamos a comer un animal que ha sido torturado, supongo que es “mejor” comer uno que ha sido menos torturado. Pero dejando de lado el interrogante de si los no humanos criados “humanitariamente” son realmente menos torturados que otros, hay una gran diferencia entre la posición de que menos sufrimiento es mejor que más sufrimiento y la posición de que causar menos sufrimiento hace a una acción moralmente aceptable. La idea de que el movimiento animalista explícitamente promueva la última postura —que hacer menos daño es una solución moralmente aceptable al problema de la explotación animal— es profundamente perturbadora.

Si X va a violar a Y, es “mejor” que él no golpee también a Y. Sería, sin embargo, moralmente repugnante afirmar que podemos ser “violadores conscientes”, si nos aseguramos de no golpear a las víctimas violadas. Del mismo modo, es perturbador que los defensores de los animales estén promoviendo la idea de que podemos ser moralmente “omnívoros conscientes”, si comemos los productos animales supuestamente producidos “humanitariamente” y vendidos por los proveedores “éticamente responsables” de sufrimiento y muerte. Esto no solo es una posición que entra en conflicto con la noción de que los no humanos tienen significación moral, sino que alienta fuertemente a la gente a ver la continuación del consumo de productos animales como una alternativa moralmente aceptable a la adopción del estilo de vida vegano.

Más aún, muchas de las organizaciones animalistas describen al veganismo como un estilo de vida dificultoso que requiere considerable auto-sacrifico y que es sólo para los defensores de la “línea dura”.

Yo me hice vegano 24 años atrás. No era particularmente difícil en aquella época, pero es del todo absurdo caracterizarlo como difícil hoy. Es fácil ser un vegano. Seguro que estarán más limitados en las opciones de los restaurantes, sobre todo si no viven en o cerca de una gran ciudad, pero si este inconveniente es significativo para ustedes y les impide ser veganos, entonces probablemente no se toman en serio el tema de todas maneras.

El movimiento animalista nunca tendrá ni siquiera una esperanza de cambiar el paradigma de la jerarquía especista, en la medida en que no tenga claro, como principio guía, que es moralmente incorrecto consumir carne de cualquier tipo, huevos, o cualquier otro producto hecho con animales.

Si, en los tardíos 80’ —cuando la comunidad “defensora de los animales” en EE.UU. decidió muy deliberadamente seguir la agenda bienestarista— una porción sustancial de los recursos del movimiento hubieron sido invertida en la educación vegana y abolicionista, habría probablemente cientos de miles más veganos que los que hay en el presente. Esta es una estimación muy conservadora dado los cientos de millones de dólares que han sido gastados por los grupos animalistas para promover legislación e iniciativas bienestaristas. Sostengo que obtener un número creciente de veganos reduciría más el sufrimiento, al reducir la demanda de los productos animales, que todos los “éxitos” bienestaristas juntos y multiplicados por diez. Incrementar el número de veganos ayudaría también a construir una base política y económica, requerida para el cambio social que constituye el predicado necesario para el cambio legal significativo.

Dado el tiempo limitado y los recursos financieros limitados, no es claro cómo alguien que busca la abolición como objetivo a largo plazo —o que al menos acepta que la condición de propiedad de los animales es el impedimento más serio para cualquier cambio significativo y debe, por lo menos, ser radicalmente modificado— podría creer que la expansión del tradicional bienestar animal es una opción racional y eficiente –dejando de lado cualquier consideración acerca de las inconsistencias en la teoría moral.

Imaginen que mañana, tienen dos horas para usar en la defensa de los Derechos Animales. No pueden hacerlo todo; deben elegir. No tengo dudas de que 2 horas de su tiempo gastado en distribuir material educativo sobre veganismo es, en varios sentidos, un uso mucho mejor de su tiempo que 2 horas haciendo campaña por jaulas en batería más grandes o por formas más “humanitarias” de esclavitud animal.

En suma, así como alguien que dice que la esclavitud humana está mal pero continúa poseyendo esclavos no es realmente un abolicionista con respecto a la esclavitud humana, alguien que dice que la esclavitud no humana está mal pero que no abraza el veganismo como modo de vida no es realmente un abolicionista con respecto a la esclavitud animal. Aquellos de nosotros que aceptamos el enfoque abolicionista vamos a ser claros e inequívocos, y promoveremos el veganismo en nuestras palabras y acciones.



20 de diciembre de 2006

Proyecto Gran Simio: no tan grande




Si se han involucrado en el movimiento por los Derechos Animales –en realidad, incluso si sólo hubieran contribuido con una única organización en todas sus vidas–, probablemente reciben una infinidad de pedidos de donaciones. La semana pasada, mientras estaba seleccionando entre todas las muchas oportunidades que se me ofrecía para “ayudar a los animales” mediante la firma de un cheque, reparé en una de la New England Anti-Vivisection Society [NEAVS], que pedía dinero para apoyar el Project R&R: Release and Restitution for Chimpanzees in U.S. Laboratories [Proyecto para liberar y Rehabilitar chimpancés de los Laboratorios de EE.UU.]

NEAVS nos dice que los chimpancés “comparten el 96% de nuestros genes. Viven en familias, protegen a sus crías, hacen amistades y expresan alegría, tristeza y enojo. Muestran inteligencia, humor y compasión. “El tema de la campaña es que, como los chimpancés tienen una capacidad cognitiva y un perfil genético semejantes a los nuestros, ellos son “individuos de verdad, con personalidades únicas y necesidades iguales a las tuyas y a las mías.” NEAVS busca donaciones para lanzar una campaña informativa y legislativa con el fin de unir aquellos países que han “prohibido o limitado severamente la investigación con chimpancés y otros grandes simios.”

La campaña de la NEAVS y otros esfuerzos similares —hay varios, incluído el Great Ape Standing and Personhood [GRASP] promovido por la organización Friends of Animals— no son nuevos u originales. En 1993, un número de estudiosos colaboraron para un libro de ensayos titulado "The Great Ape Project" [El Proyecto Gran Simio] [GAP]. El libro estaba acompañado de un documento, “La Declaración de los Grandes Simios”, a la cual los colaboradores subscribían. La declaración dice que los grandes simios “son los parientes más próximos de nuestra especie” y que estos no humanos “tienen capacidades mentales y una vida emocional suficientes para justificar su inclusión en la comunidad de los iguales”.

Desde 1993, se hicieron esfuerzos, en varios países, para limitar o detener la investigación que usa a los grandes simios. La idea detrás de estos esfuerzos es que, como los grandes simios no humanos tienen características consideradas como únicamente halladas en los humanos, tales como la conciencia de sí mismo, o el pensamiento abstracto, las emociones y la habilidad de comunicarse con lenguaje simbólico, ellos están calificados para tener ciertos derechos fundamentales.

Ciertamente concuerdo con la idea de que es erróneo usar grandes simios no humanos en investigación o en circos, o confinarlos en zoológicos, o usarlos para cualquier otro propósito. Pero rechazo la posición que llamo de mentes semejantes, que liga la condición moral de los no humanos al hecho de que ellos tienen características cognitivas parecidas a las de los humanos. La explotación de los grandes simios no humanos es inmoral por la misma razón que es inmoral explotar a centenas de millones de ratones y ratas a los que rutinariamente se explota en los laboratorios, o a los billones de no humanos que matamos y comemos: los grandes simios no humanos y todos estos otros no humanos son, de la misma manera que nosotros, sintientes. Son conscientes; tienen conciencia subjetiva, tienen intereses, tienen capacidad de sufrir. Ninguna otra característica, más allá de la sintiencia, es exigida para ser una persona.

Fui un colaborador de GAP y un signatario original de la Declaración de los Grandes Simios. Sin embargo, en mi ensayo de 1993 en el libro de GAP, y de manera más extensa en escritos subsiguientes, expresé mi punto de vista de que sólo la sintiencia es necesaria para la personalidad. Pero ahora veo que todo el GAP fue mal concebido y lamento mi participación.

Esfuerzos como GAP, Proyecto R&R, y similares esfuerzos, son problemáticos porque ellos sugieren que una determinada especie de no humanos es «especial», basándose en la semejanza de esa especie con los humanos. Eso no desafía la jerarquía especista, sino que la refuerza, en al menos dos formas.

Primero; esto sugiere, en términos empíricos, que sólo los no humanos que tienen cognición similar a la de la humanidad, tienen ciertas otras características cuando, de hecho, estas son compartidas por otras especies. Por ejemplo, quien está pidiendo fondos para el Proyecto R&R, nos dice que los chimpancés tienen reacciones emocionales similares a los humanos y que hacen acuerdos sociales complejos que no pueden desarrollar estando en un laboratorio. Tengo la certeza de que esto es verdad, pero también tengo la certeza de que las ratas son inteligentes, tienen emociones, y tienen relaciones sociales complejas que se frustran totalmente cuando están confinados en las jaulas de plástico de un laboratorio que tienen el tamaño de una caja de zapatos.

El proyecto R&R sugiere que los chimpancés sufren más que lo que lo hacen otros animales de laboratorio. Tal vez sí, tal vez no. No lo sé yo, ni lo sabe NEAVS, ni lo sabe nadie. Aunque los chimpancés son más parecidos a los humanos, quizás, como los humanos, tienen ciertos mecanismos psicológicos que les permiten desligarse del estrés que están enfrentando, lo que las ratas, ratones, y otros sintientes no humanos no tienen. En cualquier caso, es muy peligros hacer el juego de «X sufre más que Y». Esto es precisamente el malentendido que nos ha llevado a pensar que el uso de chimpancés en investigación está justificado —nosotros supuestamente sufrimos más que ellos porque tenemos aún más de las características mentales «especiales», así que es aceptable usarlos a ellos para que nosotros podamos sufrir menos.

Segundo; GAP, Proyecto R&R, y esfuerzos similares sugieren que las características cognitivas más allá de la sintiencia tienen algún valor moral. Esta noción es muy problemática. Vamos a suponer que los chimpancés piensan racionalmente de la misma manera que lo hacen los humanos. ¿Y con eso qué? ¿Porqué la racionalidad humana es mejor que ser capaz de volar con tus propias alas —algo que ni los humanos ni los grandes simios no humanos pueden hacer? La respuesta, por supuesto, es que somos nosotros, los humanos, los que lo decimos. Pero esto no es un argumento. Esto es el clásico ejemplo de dar por cierta una afirmación sin fundamentarla.

Vemos esto claramente en situaciones que involucran a los humanos. Supongamos que tenemos un humano con problemas mentales muy graves y sin las capacidades cognitivas de un chimpancé normal. ¿Y qué? ¿Eso significa que el humano deficiente tiene menos importancia, en sentido moral, que el chimpancés, cuando se trata del derecho fundamental de no ser tratado como una cosa? Claro que no —a menos que acepten la posición de Peter Singer de que los humanos deficientes, la cual rechazamos tanto yo como la mayoría del mundo. Para el propósito de determinar si usamos al chimpancé o al humano deficiente en un experimento biomédico doloroso, o en algún otro contexto en que ellos sean usados exclusivamente como recursos, el chimpancé y el humano deficiente son iguales —ambos son individuos con interés en no ser usados como un recurso.

Hay diferencias entre chimpancés y ratas, como las hay entre los humanos. Tales diferencias pueden ser relevantes para algunos propósitos, pero son irrelevantes para el propósito de decidir si tratamos o no a un ser sintiente exclusivamente como recurso de otros humanos supuestamente «superiores».

Aquellos que se consideran abolicionistas, y no bienestaristas, deben ser bien claros: debemos detener la explotación de todos los no-humanos sintientes. Podemos querer empezar con los grandes simios pero deberíamos dejar muy en claro que eso no tiene nada que ver con el hecho de que ellos son «como nosotros», excepto en el sentido de que, como nosotros, ellos son sintientes y nosotros no tenemos ningún justificativo moral para tratar a cualquier no humano sintiente exclusivamente como recurso de los humanos. El riesgo de GAP, del Proyecto R&R y de otras campañas semejantes, todas basadas en la noción de que la condición moral y legal de los grandes simios no humanos depende del hecho de que ellos son «como nosotros», en el plano cognitivo, es que vamos a afianzar más el paradigma especista y asegurar que el 99,9999% de los no humanos que son rutinariamente explotados, permanezcan del lado de las cosas dentro de la división persona/cosa.

No necesitamos financiar programas educacionales referidos a semejanzas entre los grandes simios humanos y los no humanos. Esas semejanzas son y han sido muy claras por años, y sin embargo continuamos explotando a los grandes simios en laboratorios, zoológicos, y circos. Estas similitudes obvias ni siquiera convencieron a Jane Goodall para que exija la abolición del uso de los grandes simios no humanos para la vivisección. Lo que necesitamos es cambiar el paradigma por completo y no meramente reforzar el mismo pensamiento jerárquico que nos dejó en la situación en que estamos hoy.

Algunos animalistas argumentan que una campaña que asocia el valor moral a las características humanas es aceptable, porque el reconocimiento de que los grandes simios son personas podría llevar al reconocimiento de que otros no humanos también lo son. Pero concentrarse en las características cognitivas de algunos no humanos que han sido declarado como «especiales» es como tener una campaña por los Derechos Humanos concentrada en dar derechos, primero, a los humanos más inteligentes, con la esperanza de, más tarde, extender los derechos a los humanos menos inteligentes; o como tratar a las personas que tienen sólo un progenitor negro, como si fueran mejores porque son más parecidos a los blancos. Ciertamente rechazamos ese elitismo, en lo que concierne a los humanos. De la misma forma, deberíamos rechazarlo en lo que concierne a los no-humanos.


6 de diciembre de 2006

¿Un “triunfo” del bienestar animal?






Admito que soy un severo e implacable crítico del bienestar animal. Durante los últimos 15 años, más o menos, argumenté que, debido al hecho de que los animales son propiedad, las normas de bienestar animal generalmente van a proteger los intereses de los animales sólo hasta donde la protección facilite económicamente una explotación eficiente. Las campañas de bienestar animal, en su mayoría, implican a defensores de los animales tratando de persuadir a los explotadores institucionalizados de que un trato“mejor” de los animales se traducirá en mayores ganancias, y esto refuerza la condición de los animales como mercaderías con un valor meramente extrínseco o condicional. Más aún, el bienestar animal es contraproducente porque hace que el público crea, erróneamente, que la explotación es hecha de una manera más “humanitaria”, lo que alienta la continuación del uso de los animales de las más variadas maneras.

Frecuentemente soy criticado por los defensores del bienestar animal, pues me consideran demasiado negativo en mi valoración de la reforma del bienestar animal. Este ensayo es el primero de una serie de ensayos coyunturales que examinarán campañas bienestaristas específicas, para analizar si mi análisis es justo.

En el año 2002, defensores de los animales conducidos por The Humane Society of the United States (HSUS), Farm Sanctuary, y otras organizaciones, consiguieron cerca de 700.000 firmas para poner en la boleta electoral de Florida, una propuesta de enmienda de la constitución estatal para prohibir lo que se conoce como “jaulas de gestación” de cerdas. Los votantes aprobaron la propuesta y la Constitución de Florida convirtió en una contravención el confinamiento de una cerda grávida en “un cercado”, o atarla “de una manera que le impida girar su cuerpo libremente.” Peter Singer afirma que la enmienda es un “triunfo” (New York Review of Books, 15 de mayo de 2006, p. 26) y que está “cerca del tope” de la lista de las más importantes victorias de bienestar animal de los últimos 30 años.

Por al menos 6 razones, la caracterización de la enmienda de Florida como un “triunfo” demuestra que, en lo que concierne a las mejoras de bienestar animal, la franja de progreso es ridículamente baja.

Primero; la campaña contra las jaulas de gestación, que comenzaron en Florida pero ahora están haciéndose en otros estados, y que recientemente predominaron en Arizona, está basada explícitamente en hacer la explotación animal más eficiente. Los defensores de los animales promovieron la enmienda como un medio de mantener el manejo intensivo de porcinos afuera de Florida, protegiendo de esta manera el valor de las propiedades y el turismo.

Por ejemplo, la HSUS y Farm Sanctuary procuran prohibir la celda de gestación en favor de alternativas como los alojamientos en grupo que emplean un sistema electrónico de alimentación de cerdas (“ESF”), que reduce la agresividad a la hora de comer. El Reporte de la HSUS acerca de las celdas de gestación, alega que estudios europeos indican que “la productividad de la cerda es mayor en los alojamientos en grupo en relación a las celdas individuales, como resultado de la reducción de los índices de heridas y enfermedades, adelantamiento del primer estro, retorno más rápido al ciclo después del parto, menor incidencia de recién nacidos muertos y disminución del tiempo de cría. Los sistemas de alojamiento en grupo que emplean ESF son particularmente económicos”. Además de eso, la sustitución de las celdas en gestación por alojamientos en grupo con ESF reduce levemente los costos de producción y aumenta la productividad”. La HSUS cita un estudio que demuestra que “el costo total por cada lechón vendido es 0,6% menor en los sistemas de grupo con ESF, mientras que la ganancia para el criador es el 8% mayor debido al aumento de la productividad”, y otro demostrando que “en comparación con las celdas de gestación, los alojamientos en grupo con ESF disminuirían el tiempo de trabajo en un 3% y aumentarían un poco la ganancia por cerda por año”. La HSUS afirma que “lo que se economiza en la granja de cerdas puede ser invertido en la granja de engorde, donde el costo por peso disminuye 0,3%. Eso va a resultar en una disminución en el precio minorista del cerdo y en un pequeño aumento en la demanda. La HSUS concluye que “es probable que los productores que adopten el alojamiento en grupo con ESF van a poder aumentar la demanda de sus productos o cobrar un precio que va a rendirles un lucro extra”. La HSUS afirma que, a pesar de que los sistemas alternativos de producción son más eficientes, los productores de credos en los EE.UU. sólo están adoptando lentamente estos sistemas más deseables desde el punto de vista económico por causa de la “inercia y de su falta de familiaridad con el ESF”.

Este enfoque, al asociar explícitamente un “mejor” tratamiento con una explotación más lucrativa, refuerza la condición de los animales como mercaderías. Los defensores de los animales están, en efecto, actuando como consejeros de los explotadores de animales y ayudando a educarlos acerca de cómo obtener más ganancias con la explotación de los no humanos en cuanto hacen, en el mejor de los casos, cambios marginales que pueden ser erróneamente caracterizados por el público –tanto por los defensores de los animales como de los explotadores de animales-, como una victoria para los animales.

Segundo; hay sólo dos granjas de cerdos en el estado de Florida que fueron afectadas por la enmienda, y casi no hubo oposición a la misma porque no había un uso significativo de la jaula en ese estado. Ambos criadores enviaron a sus animales al matadero y cerraron sus operaciones, y fueron autorizados a recibir una subvención de hasta $275.000 (dólares). Por otro lado, los defensores de los animales gastaron aproximadamente $1.6 millones en la campaña.

Tercero; la enmienda define “cercado” como “cualquier jaula, celda u otro cercado en el que una cerda es mantenida por la totalidad o la mayor parte de cualquier día,” y esto presumiblemente significa que el uso de la jaula de gestación por menos de la “mayor parte” de un día no estaría prohibida. Esto es significativo, porque algunos productores están adoptando un sistema modificado en el que las cerdas preñadas estarán confinadas la mayor parte del día.

Cuarto; la enmienda explícitamente permite el uso de la jaula de gestación para los “períodos pre-parto”, lo cual se define como “el período de siete días anteriores a la fecha prevista para que la cerda tenga cría”, y permite el uso de las jaulas para “propósitos veterinarios”, por un período “no mayor del razonablemente necesario.” Esta regla tan indefinida para el confinamiento es, al igual que la prohibición concerniente al “sufrimiento innecesario”, en las leyes anticrueldad, una invitación a ignorar los intereses relevantes de los animales, en el caso de que esto sea percibido como un beneficio para los humanos.

Cinco; aunque los defensores sugieren que la enmienda haría que probablemente las cerdas afectadas por la misma pasarían a vivir en alojamientos en grupos, la enmienda prevé sólo que la cerda debe ser capaz de girar sobre sí misma “sin tener que tocar algún lado del cercado”, y no que la cerda debe permanecer en un alojamiento en grupo.

Sexto; la enmienda sirvió de ejemplo para una exitosa campaña para restringir tales iniciativas en el futuro. El 7 de noviembre de 2006, los electores de Florida votaron la exigencia de que la constitución de su estado sólo pueda ser enmendada por supermayoría.

Así que repasemos este “triunfo” del bienestar animal:
  • Implicó el gasto de más de $1.5 millones de dólares destinados a los animales;
  • Afectó a dos productores relativamente pequeños;
  • Se basó explícitamente en la noción de que las alternativas a la jaula de gestación eran económicamente mejores para los productores;
  • Requirió que a las cerdas solo se les diera espacio suficiente para que sean capaces de moverse sobre sí mismas sin tocar los lados del cercado, y esto es exigido sólo para la “mayor parte” del día, y no es requerido en absoluto para todo el período que conduce hacia el parto o cuando es necesario por “propósitos veterinarios".
Si esto es un “triunfo” entonces tiemblo al imaginar lo que sería una derrota.

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